lunes, 30 de abril de 2007

El Arte de La Guerra


El Arte de la Guerra es el mejor libro de estrategia de todos los tiempos. Inspiró a Napoleón, Maquiavelo, Mao Tse Tung y muchas más figuras históricas. Este libro de dos mil quinientos años de antigüedad, es uno de los más importantes textos clásicos chinos, en el que, a pesar del tiempo transcurrido, ninguna de sus máximas ha quedado anticuada, ni hay un solo consejo que hoy no sea útil. Pero la obra del general Sun Tzu no es únicamente un libro de práctica militar, sino un tratado que enseña la estrategia suprema de aplicar con sabiduría el conocimiento de la naturaleza humana en los momentos de confrontación. No es, por tanto, un libro sobre la guerra; es una obra para comprender las raíces de un conflicto y buscar una solución. "la mejor victoria es vencer sin combatir", nos dice Sun Tzu, "y ésa es la distinción entre le hombre prudente y el ignorante". Indice Introducción: Sun Tzu y el "Arte de la Guerra"1. Sobre la evaluación2. Sobre la iniciación de las acciones3. Sobre las proposiciones de la victoria y la derrota4. Sobre la medida en la disposición de los medios5. Sobre la firmeza6. Sobre lo lleno y lo vacío7. Sobre el enfrentamiento directo e indirecto8. Sobre los nueve cambios9. Sobre la distribución de los medios10. Sobre la topología11. Sobre las clases de terreno12. Sobre el arte de atacar por el fuego13. sobre la concordia y la discordia

I N T R O D U C C I O N
Sun Tzu, El Arte de la Guerra Sun Tzu fué un general chino que vivió alrededor del siglo V antes de Cristo. La colección de ensayos sobre el arte de la guerra atribuida a Sun Tzu es el tratado más antiguo que se conoce sobre el tema. A pesar de su antigüedad los consejos de Sun Tzu siguen manteniendo vigencia. El Arte de la Guerra es el mejor libro de estrategia de todos los tiempos. Inspiró a Napoleón, Maquiavelo, Mao Tse Tung y muchas más figuras históricas. Este libro de dos mil quinientos años de antigüedad, es uno de los más importantes textos clásicos chinos, en el que, a pesar del tiempo transcurrido, ninguna de sus máximas ha quedado anticuada, ni hay un solo consejo que hoy no sea útil. Pero la obra del general Sun Tzu no es únicamente un libro de práctica militar, sino un tratado que enseña la estrategia suprema de aplicar con sabiduría el conocimiento de la naturaleza humana en los momentos de confrontación. No es, por tanto, un libro sobre la guerra; es una obra para comprender las raíces de un conflicto y buscar una solución. "la mejor victoria es vencer sin combatir", nos dice Sun Tzu, "y ésa es la distinción entre le hombre prudente y el ignorante".La obra de Sun Tzu llegó por primera vez a Europa en el periodo anterior a la Revolución Francesa, en forma de una breve traducción realizada por el sacerdote jesuita J. J. M. Amiot. En las diversas traducciones que se han hecho desde entonces, se nombra ocasionalmente al autor como Sun Wu o Sun TziEl núcleo de la filosofía de Sun Tzu sobre la guerra descansa en estos dos principios:Todo el Arte de la Guerra se basa en el engaño. El supremo Arte de la Guerra es someter al enemigo sin luchar. Las ideas de Sun Tzu se extendieron por el resto de Asia hasta llegar a Japón. Los japoneses adoptaron rápidamente estas enseñanzas y, posiblemente, añadieron algunas de su propia cosecha. Hay constancia de que el principal libro japonés sobre el tema, "El libro de los Cinco Anillos", está influido por la filosofía de Sun Tzu, ya que su autor, Miyamoto Mushashi, estudió el tratado de "El Arte de la Guerra" durante su formación como Samurai. Habitualmente se hace referencia a las culturas orientales como culturas de estrategia y no es pequeña la influencia de Sun Tzu en este desarrollo cultural. Hoy en día, la filosofía del arte de la guerra ha ido más allá de los límites estrictamente militares, aplicándose a los negocios, los deportes, la diplomacia e incluso el comportamiento personal. Por ejemplo, muchas frases clave de los manuales modernos de gestión de empresas, son prácticamente citas literales de la obra de Sun Tzu (cambiando, por ejemplo, ejercito por empresa, o armamento por recursos, sin ir más lejos). Las ideas siguen siendo completamente válidas a pesar de los 25 siglos transcurridos desde que se escribieron.

C A P I T U L O I
Sobre la evaluación Sun Tzu dice: la guerra es de vital importancia para el Estado; es el dominio de la vida o de la muerte, el camino hacia la supervivencia o la pérdida del Imperio: es forzoso manejarla bien. No reflexionar seriamente sobre todo lo que le concierne es dar prueba de una culpable indiferencia en lo que respecta a la conservación o pérdida de lo que nos es mas querido; y ello no debe ocurrir entre nosotros. Hay que valorarla en términos de cinco factores fundamentales, y hacer comparaciones entre diversas condiciones de los bandos rivales, con vistas a determinar el resultado de la guerra.El primero de estos factores es la doctrina; el segundo, el tiempo; el tercero, el terreno; el cuarto, el mando; y el quinto, la disciplina. La doctrina significa aquello que hace que el pueblo esté en armonía con su gobernante, de modo que le siga donde sea, sin temer por sus vidas ni a correr cualquier peligro. El tiempo significa el Ying y el Yang, la noche y el día, el frío y el calor, días despejados o lluviosos, y el cambio de las estaciones. El terreno implica las distancias, y hace referencia a dónde es fácil o difícil desplazarse, y si es campo abierto o lugares estrechos, y esto influencia las posibilidades de supervivencia. El mando ha de tener como cualidades: sabiduría, sinceridad, benevolencia, coraje y disciplina. Por último, la disciplina ha de ser comprendida como la organización del ejército, las graduaciones y rangos entre los oficiales, la regulación de las rutas de suministros, y la provisión de material militar al ejército. Estos cinco factores fundamentales han de ser conocidos por cada general. Aquel que los domina, vence; aquel que no, sale derrotado. Por lo tanto, al trazar los planes, han de compararse los siguiente siete factores, valorando cada uno con el mayor cuidado: ¿Qué dirigente es más sabio y capaz? ¿Qué comandante posee el mayor talento? ¿Qué ejército obtiene ventajas de la naturaleza y el terreno? ¿En qué ejército se observan mejor las regulaciones y las instrucciones? ¿Qué tropas son más fuertes? ¿Qué ejército tiene oficiales y tropas mejor entrenadas? ¿Qué ejército administra recompensas y castigos de forma más justa? Mediante el estudio de estos siete factores, seré capaz de adivinar cual de los dos bandos saldrá victorioso y cual será derrotado. El general que siga mi consejo, es seguro que vencerá. Ese general ha de ser mantenido al mando. Aquel que ignore mi consejo, ciertamente será derrotado. Ese debe ser destituido.Tras prestar atención a mi consejo y planes, el general debe crear una situación que contribuya a su cumplimiento. Por situación quiero decir que debe tomar en consideración la situación del campo, y actuar de acuerdo con lo que le es ventajoso.El arte de la guerra se basa en el engaño. Por lo tanto, cuando es capaz de atacar, ha de aparentar incapacidad; cuando las tropas se mueven, aparentar inactividad. Si está cerca del enemigo, ha de hacerle creer que está lejos; si está lejos, aparentar que se está cerca. Poner cebos para atraer al enemigo. Golpear al enemigo cuando está desordenado. Prepararse contra él cuando está seguro en todas partes. Evitarle durante un tiempo cuando es más fuerte. Si tu oponente tiene un temperamento colérico, intenta irritarle. Si es arrogante, trata de fomentar su egoísmo. Si las tropas enemigas se hallan bien preparadas tras una reorganización, intenta desordenarlas. Si están unidas, siembra la disensión entre sus filas. Ataca al enemigo cuando no está preparado, y aparece cuando no te espera. Estas son las claves de la victoria para el estratega. Ahora, si las estimaciones realizadas antes de la batalla indican victoria, es porque los cálculos cuidadosamente realizados muestran que tus condiciones son más favorables que las condiciones del enemigo; si indican derrota, es porque muestran que las condiciones favorables para la batalla son menores. Con una evaluación cuidadosa, uno puede vencer; sin ella, no puede. Muchas menos oportunidades de victoria tendrá aquel que no realiza cálculos en absoluto. Gracias a este método, se puede examinar la situación, y el resultado aparece claramente.

C A P I T U L O II
Sobre la iniciación de las acciones Una vez comenzada la batalla, aunque estés ganando, de continuar por mucho tiempo, desanimará a tus tropas y embotará tu espada. Si estás sitiando una ciudad, agotarás tus fuerzas. Si mantienes a tu ejército durante mucho tiempo en campaña, tus suministros se agotarán. Las armas son instrumentos de mala suerte; emplearlas por mucho tiempo producirá calamidades. Como se ha dicho: "Los que a hierro matan, a hierro mueren." Cuando tus tropas están desanimadas, tu espada embotada, agotadas tus fuerzas y tus suministros son escasos, hasta los tuyos se aprovecharán de tu debilidad para sublevarse. Entonces, aunque tengas consejeros sabios, al final no podrás hacer que las cosas salgan bien. Por esta causa, he oído hablar de operaciones militares que han sido torpes y repentinas, pero nunca he visto a ningún experto en el arte de la guerra que mantuviese la campaña por mucho tiempo. Nunca es beneficioso para un país dejar que una operación militar se prolongue por mucho tiempo. Como se dice comúnmente, sé rápido como el trueno que retumba antes de que hayas podido taparte los oídos, veloz como el relámpago que relumbra antes de haber podido pestañear. Por lo tanto, los que no son totalmente conscientes de la desventaja de servirse de las armas no pueden ser totalmente conscientes de las ventajas de utilizarlas. Los que utilizan los medios militares con pericia no activan a sus tropas dos veces, ni proporcionan alimentos en tres ocasiones, con un mismo objetivo. Esto quiere decir que no se debe movilizar al pueblo más de una vez por campaña, y que inmediatamente después de alcanzar la victoria no se debe regresar al propio país para hacer una segunda movilización. Al principio esto significa proporcionar alimentos (para las propias tropas), pero después se quitan los alimentos al enemigo. Si tomas los suministros de armas de tu propio país, pero quitas los alimentos al enemigo, puedes estar bien abastecido de armamento y de provisiones. Cuando un país se empobrece a causa de las operaciones militares, se debe al transporte de provisiones desde un lugar distante. Si las transportas desde un lugar distante, el pueblo se empobrecerá. Los que habitan cerca de donde está el ejército pueden vender sus cosechas a precios elevados, pero se acaba de este modo el bienestar de la mayoría de la población. Cuando se transportan las provisiones muy lejos, la gente se arruina a causa del alto costo. En los mercados cercanos al ejército, los precios de las mercancías se aumentan. Por lo tanto, las largas campañas militares constituyen una lacra para el país. Cuando se agotan los recursos, los impuestos se recaudan bajo presión. Cuando el poder y los recursos se han agotado, se arruina el propio país. Se priva al pueblo de gran parte de su presupuesto, mientras que los gastos del gobierno para armamentos se elevan. Los habitantes constituyen la base de un país, los alimentos son la felicidad del pueblo. El príncipe debe respetar este hecho y ser sobrio y austero en sus gastos públicos. En consecuencia, un general inteligente lucha por desproveer al enemigo de sus alimentos. Cada porción de alimentos tomados al enemigo equivale a veinte que te suministras a ti mismo. Así pues, lo que arrasa al enemigo es la imprudencia, y la motivación de los tuyos en asumir los beneficios de los adversarios. Cuando recompenses a tus hombres con los beneficios que ostentaban los adversarios los harás luchar por propia iniciativa, y así podrás tomar el poder y la influencia que tenía el enemigo. Es por esto par lo que se dice que donde hay grandes recompensas hay hombres valientes. Por consiguiente, en una batalla de carros, recompensa primero al que tome al menos diez carros. Si recompensas a todo el mundo, no habrá suficiente para todos, así pues, ofrece una recompensa a un soldado para animar a todos los demás. Cambia sus colores (de los soldados enemigos hechos prisioneros), utilízalos mezclados con los tuyos. Trata bien a los soldados y préstales atención. Los soldados prisioneros deben ser bien tratados, para conseguir que en el futuro luchen para ti. A esto se llama vencer al adversario e incrementar por añadidura tus propias fuerzas. Si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas. Así pues, lo más importante en una operación militar es la victoria y no la persistencia. Esta última no es beneficiosa. Un ejército es como el fuego: si no lo apagas, se consumirá por sí mismo. Por lo tanto, sabemos que el que está a la cabeza del ejército está a cargo de las vidas de los habitantes y de la seguridad de la nación.



C A P I T U L O III
Sobre las proposiciones de la victoria y la derrota Como regla general, es mejor conservar a un enemigo intacto que destruirlo. Capturar a sus soldados para conquistarlos y dominas a sus jefes. Un General decía: "Practica las artes marciales, calcula la fuerza de tus adversarios, haz que pierdan su ánimo y dirección, de manera que aunque el ejército enemigo esté intacto sea inservible: esto es ganar sin violencia. Si destruyes al ejército enemigo y matas a sus generales, asaltas sus defensas disparando, reúnes a una muchedumbre y usurpas un territorio, todo esto es ganar por la fuerza." Por esto, los que ganan todas las batallas no son realmente profesionales; los que consiguen que se rindan impotentes los ejércitos ajenos sin luchar son los mejores maestros del Arte de la Guerra. Los guerreros superiores atacan mientras los enemigos están proyectando sus planes. Luego deshacen sus alianzas. Por eso, un gran emperador decía: "El que lucha por la victoria frente a espadas desnudas no es un buen general." La peor táctica es atacar a una ciudad. Asediar, acorralar a una ciudad sólo se lleva a cabo como último recurso. Emplea no menos de tres meses en preparar tus artefactos y otros tres para coordinar los recursos para tu asedio. Nunca se debe atacar por cólera y con prisas. Es aconsejable tomarse tiempo en la planificación y coordinación del plan. Por lo tanto, un verdadero maestro de las artes marciales vence a otras fuerzas enemigas sin batalla, conquista otras ciudades sin asediarlas y destruye a otros ejércitos sin emplear mucho tiempo. Un maestro experto en las artes marciales deshace los planes de los enemigos, estropea sus relaciones y alianzas, le corta los suministros o bloquea su camino, venciendo mediante estas tácticas sin necesidad de luchar. Es imprescindible luchar contra todas las facciones enemigas para obtener una victoria completa, de manera que su ejército no quede acuartelado y el beneficio sea total. Esta es la ley del asedio estratégico. La victoria completa se produce cuando el ejército no lucha, la ciudad no es asediada, la destrucción no se prolonga durante mucho tiempo, y en cada caso el enemigo es vencido por el empleo de la estrategia. Así pues, la regla de la utilización de la fuerza es la siguiente: si tus fuerzas son diez veces superiores a las del adversario, rodéalo; si son cinco veces superiores, atácalo; si son dos veces superiores, divídelo. Si tus fuerzas son iguales en número, lucha si te es posible. Si tus fuerzas son inferiores, manténte continuamente en guardia, pues el más pequeño fallo te acarrearía las peores consecuencias. Trata de mantenerte al abrigo y evita en lo posible un enfrentamiento abierto con él; la prudencia y la firmeza de un pequeño número de personas pueden llegar a cansar y a dominar incluso a numerosos ejércitos. Este consejo se aplica en los casos en que todos los factores son equivalentes. Si tus fuerzas están en orden mientras que las suyas están inmersas en el caos, si tú y tus fuerzas están con ánimo y ellos desmoralizados, entonces, aunque sean más numerosos, puedes entrar en batalla. Si tus soldados, tus fuerzas, tu estrategia y tu valor son menores que las de tu adversario, entonces debes retirarte y buscar una salida. En consecuencia, si el bando más pequeño es obstinado, cae prisionero del bando más grande. Esto quiere decir que si un pequeño ejército no hace una valoración adecuada de su poder y se atreve a enemistarse con una gran potencia, por mucho que su defensa sea firme, inevitablemente se convertirá en conquistado. "Si no puedes ser fuerte, pero tampoco sabes ser débil, serás derrotado." Los generales son servidores del Pueblo. Cuando su servicio es completo, el Pueblo es fuerte. Cuando su servicio es defectuoso, el Pueblo es débil. Así pues, existen tres maneras en las que un Príncipe lleva al ejército al desastre. Cuando un Príncipe, ignorando los hechos, ordena avanzar a sus ejércitos o retirarse cuando no deben hacerlo; a esto se le llama inmovilizar al ejército. Cuando un Príncipe ignora los asuntos militares, pero comparte en pie de igualdad el mando del ejército, los soldados acaban confusos. Cuando el Príncipe ignora cómo llevar a cabo las maniobras militares, pero comparte por igual su dirección, los soldados están vacilantes. Una vez que los ejércitos están confusos y vacilantes, empiezan los problemas procedentes de los adversarios. A esto se le llama perder la victoria por trastornar el aspecto militar. Si intentas utilizar los métodos de un gobierno civil para dirigir una operación militar, la operación será confusa. Triunfan aquellos que: Saben cuándo luchar y cuándo no Saben discernir cuándo utilizar muchas o pocas tropas. Tienen tropas cuyos rangos superiores e inferiores tienen el mismo objetivo. Se enfrentan con preparativos a enemigos desprevenidos. Tienen generales competentes y no limitados por sus gobiernos civiles. Estas cinco son las maneras de conocer al futuro vencedor. Hablar de que el Príncipe sea el que da las órdenes en todo es como el General solicitarle permiso al Príncipe para poder apagar un fuego: para cuando sea autorizado, ya no quedan sino cenizas. Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro; si no conoces a los demás, pero te conoces a ti mismo, perderás una batalla y ganarás otra; si no conoces a los demás ni te conoces a ti mismo, correrás peligro en cada batalla.

C A P I T U L O IV
Sobre la medida en la disposición de los medios Antiguamente, los guerreros expertos se hacían a sí mismos invencibles en primer lugar, y después aguardaban para descubrir la vulnerabilidad de sus adversarios. Hacerte invencible significa conocerte a ti mismo; aguardar para descubrir la vulnerabili-dad del adversario significa conocer a los demás. La invencibilidad está en uno mismo, la vulnerabilidad en el adversario. Por esto, los guerreros expertos pueden ser invencibles, pero no pueden hacer que sus adversarios sean vulnerables. Si los adversarios no tienen orden de batalla sobre el que informarse, ni negligencias o fallos de los que aprovecharse, ¿cómo puedes vencerlos aunque estén bien pertrechados? Por esto es por lo que se dice que la victoria puede ser percibida, pero no fabricada. La invencibilidad es una cuestión de defensa, la vulnerabilidad, una cuestión de ataque. Mientras no hayas observado vulnerabilidades en el orden de batalla de los adversarios, oculta tu propia formación de ataque, y prepárate para ser invencible, con la finalidad de preservarte. Cuando los adversarios tienen órdenes de batalla vulnerables, es el momento de salir a atacarlos. La defensa es para tiempos de escasez, el ataque para tiempos de abundancia. Los expertos en defensa se esconden en las profundidades de la tierra; los expertos en maniobras de ataque se esconden en las más elevadas alturas del cielo. De esta manera pueden protegerse y lograr la victoria total. En situaciones de defensa, acalláis las voces y borráis las huellas, escondidos como fantasmas y espíritus bajo tierra, invisibles para todo el mundo. En situaciones de ataque, vuestro movimiento es rápido y vuestro grito fulgurante, veloz como el trueno y el relámpago, para los que no se puede uno preparar, aunque vengan del cielo. Prever la victoria cuando cualquiera la puede conocer no constituye verdadera destreza. Todo el mundo elogia la victoria ganada en batalla, pero esa victoria no es realmente tan buena. Todo el mundo elogia la victoria en la batalla, pero lo verdaderamente deseable es poder ver el mundo de lo sutil y darte cuenta del mundo de lo oculto, hasta el punto de ser capaz de alcanzar la victoria donde no existe forma. No se requiere mucha fuerza para levantar un cabello, no es necesario tener una vista aguda para ver el sol y la luna, ni se necesita tener mucho oído para escuchar el retumbar del trueno. Lo que todo el mundo conoce no se llama sabiduría; la victoria sobre los demás obtenida por medio de la batalla no se considera una buena victoria. En la antigüedad, los que eran conocidos como buenos guerreros vencían cuando era fácil vencer. Si sólo eres capaz de asegurar la victoria tras enfrentarte a un adversario en un conflicto armado, esa victoria es una dura victoria. Si eres capaz de ver lo sutil y de darte cuenta de lo oculto, irrumpiendo antes del orden de batalla, la victoria así obtenida es un victoria fácil. En consecuencia, las victorias de los buenos guerreros no destacan por su inteligencia o su bravura. Así pues, las victorias que ganan en batalla no son debidas a la suerte. Sus victorias no son casualidades, sino que son debidas a haberse situado previamente en posición de poder ganar con seguridad, imponiéndose sobre los que ya han perdido de antemano. La gran sabiduría no es algo obvio, el mérito grande no se anuncia. Cuando eres capaz de ver lo sutil, es fácil ganar; ¿qué tiene esto que ver con la inteligencia o la bravura? Cuando se resuelven los problemas antes de que surjan, ¿quién llama a esto inteligencia? Cuando hay victoria sin batalla, ¿quién habla de bravura? Así pues, los buenos guerreros toman posición en un terreno en el que no pueden perder, y no pasan por alto las condiciones que hacen a su adversario proclive a la derrota. En consecuencia, un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla después; un ejército derrotado lucha primero e intenta obtener la victoria después. Esta es la diferencia entre los que tienen estrategia y los que no tienen planes premeditados. Los que utilizan bien las armas cultivan el Camino y observan las leyes. Así pueden gobernar prevaleciendo sobre los corruptos. Servirse de la armonía para desvanecer la oposición, no atacar un ejército inocente, no hacer prisioneros o tomar botín par donde pasa el ejército, no cortar los árboles ni contaminar los pozos, limpiar y purificar los templos de las ciudades y montañas del camino que atraviesas, no repetir los errores de una civilización decadente, a todo esto se llama el Camino y sus leyes. Cuando el ejército está estrictamente disciplinado, hasta el punto en que los soldados morirían antes que desobedecer las órdenes, y las recompensas y los castigos merecen confianza y están bien establecidos, cuando los jefes y oficiales son capaces de actuar de esta forma, pueden vencer a un Príncipe enemigo corrupto. Las reglas militares son cinco: medición, valoración, cálculo, comparación y victoria. El terreno da lugar a las mediciones, éstas dan lugar a las valoraciones, las valoraciones a los cálculos, éstos a las comparaciones, y las comparaciones dan lugar a las victorias. Mediante las comparaciones de las dimensiones puedes conocer dónde se haya la victoria o la derrota. En consecuencia, un ejército victorioso es como un kilo comparado con un gramo; un ejército derrotado es como un gramo comparado con un kilo. Cuando el que gana consigue que su pueblo vaya a la batalla como si estuviera dirigiendo una gran corriente de agua hacia un cañón profundo, esto es una cuestión de orden de batalla. Cuando el agua se acumula en un cañón profundo, nadie puede medir su cantidad, lo mismo que nuestra defensa no muestra su forma. Cuando se suelta el agua, se precipita hacia abajo como un torrente, de manera tan irresistible como nuestro propio ataque.

C A P I T U L O V
Sobre la firmeza La fuerza es la energía acumulada o la que se percibe. Esto es muy cambiante. Los expertos son capaces de vencer al enemigo creando una percepción favorable en ellos, así obtener la victoria sin necesidad de ejercer su fuerza. Gobernar sobre muchas personas como si fueran poco es una cuestión de dividirlas en grupos o sectores: es organización. Batallar contra un gran número de tropas como si fueran pocas es una cuestión de demostrar la fuerza, símbolos y señales. Se refiere a lograr una percepción de fuerza y poder en la oposición. En el campo de batalla se refiere a las formaciones y banderas utilizadas para desplegar las tropas y coordinar sus movimientos. Lograr que el ejército sea capaz de combatir contra el adversario sin ser derrotado es una cuestión de emplear métodos ortodoxos o heterodoxos. La ortodoxia y la heterodoxia no es algo fijo, sino que se utilizan como un ciclo. Un emperador que fue un famoso guerrero y administrador, hablaba de manipular las percepciones de los adversarios sobre lo que es ortodoxo y heterodoxo, y después atacar inesperadamente, combinando ambos métodos hasta convertirlo en uno, volviéndose así indefinible para el enemigo. Que el efecto de las fuerzas sea como el de piedras arrojadas sobre huevos, es una cuestión de lleno y vacío. Cuando induces a los adversarios a atacarte en tu territorio, su fuerza siempre está vacía (en desventaja); mientras que no compitas en lo que son los mejores, tu fuerza siempre estará llena. Atacar con lo vacío contra lo lleno es como arrojar piedras sobre huevos: de seguro se rompen. Cuando se entabla una batalla de manera directa, la victoria se gana por sorpresa. El ataque directo es ortodoxo. El ataque indirecto es heterodoxo. Sólo hay dos clases de ataques en la batalla: el extraordinario por sorpresa y el directo ordinario, pero sus variantes son innumerables. Lo ortodoxo y lo heterodoxo se originan recíprocamente, como un círculo sin comienzo ni fin; ¿quién podría agotarlos? Cuando la velocidad del agua que fluye alcanza el punto en el que puede mover las piedras, ésta es la fuerza directa. Cuando la velocidad y maniobrabilidad del halcón es tal que puede atacar y matar, esto es precisión. Lo mismo ocurre con los guerreros expertos: su fuerza es rápida, su precisión certera. Su fuerza es como disparar una catapulta, su precisión es dar en el objetivo previsto y causar el efecto esperado. El desorden llega del orden, la cobardía surge del valor, la debilidad brota de la fuerza. Si quieres fingir desorden para convencer a tus adversarios y distraerlos, primero tienes que organizar el orden, porque sólo entonces puedes crear un desorden artificial. Si quieres fingir cobardía para conocer la estrategia de los adversarios, primero tienes que ser extremadamente valiente, porque sólo entonces puedes actuar como tímido de manera artificial. Si quieres fingir debilidad para inducir la arrogancia en tus enemigos, primero has de ser extremadamente fuerte porque sólo entonces puedes pretender ser débil. El orden y el desorden son una cuestión de organización; la cobardía es una cuestión valentía y la de ímpetu; la fuerza y la debilidad son una cuestión de la formación en la batalla. Cuando un ejército tiene la fuerza del ímpetu (percepción), incluso el tímido se vuelve valiente, cuando pierde la fuerza del ímpetu, incluso el valiente se convierte en tímido. Nada está fijado en las leyes de la guerra: éstas se desarrollan sobre la base del ímpetu. Con astucia se puede anticipar y lograr que los adversarios se convenzan a sí mismos cómo proceder y moverse; les ayuda a caminar por el camino que les traza. Hace moverse a los enemigos con la perspectiva del triunfo, para que caigan en la emboscada. Los buenos guerreros buscan la efectividad en la batalla a partir de la fuerza del ímpetu (percepción) y no dependen sólo de la fuerza de sus soldados. Son capaces de escoger a la mejor gente, desplegarlos adecuadamente y dejar que la fuerza del ímpetu logre sus objetivos. Cuando hay entusiasmo, convicción, orden, organización, recursos, compromiso de los soldados, tienes la fuerza del ímpetu, y el tímido es valeroso. Así es posible asignar a los soldados por sus capacidades, habilidades y encomendarle deberes y responsabilidades adecuadas. El valiente puede luchar, el cuidadoso puede hacer de centinela, y el inteligente puede estudiar, analizar y comunicar. Cada cual es útil. Hacer que los soldados luchen permitiendo que la fuerza del ímpetu haga su trabajo es como hacer rodar rocas. Las rocas permanecen inmóviles cuando están en un lugar plano, pero ruedan en un plano inclinado; se quedan fijas cuando son cuadradas, pero giran si son redondas. Por lo tanto, cuando se conduce a los hombres a la batalla con astucia, el impulso es como rocas redondas que se precipitan montaña abajo: ésta es la fuerza que produce la victoria.

C A P I T U L O VI
Sobre lo lleno y lo vacío Los que anticipan, se preparan y llegan primero al campo de batalla y esperan al adversario están en posición descansada; los que llegan los últimos al campo de batalla, los que improvisan y entablan la lucha quedan agotados. Los buenos guerreros hacen que los adversarios vengan a ellos, y de ningún modo se dejan atraer fuera de su fortaleza. Si haces que los adversarios vengan a ti para combatir, su fuerza estará siempre vacía. Si no sales a combatir, tu fuerza estará siempre llena. Este es el arte de vaciar a los demás y de llenarte a ti mismo. Lo que impulsa a los adversarios a venir hacia ti por propia decisión es la perspectiva de ganar. Lo que desanima a los adversarios de ir hacia ti es la probabilidad de sufrir daños. Cuando los adversarios están en posición favorable, debes cansarlos. Cuando están bien alimentados, cortar los suministros. Cuando están descansando, hacer que se pongan en movimiento. Ataca inesperadamente, haciendo que los adversarios se agoten corriendo para salvar sus vidas. Interrumpe sus provisiones, arrasa sus campos y corta sus vías de aprovisionamiento. Aparece en lugares críticos y ataca donde menos se lo esperen, haciendo que tengan que acudir al rescate. Aparece donde no puedan ir, se dirige hacia donde menos se lo esperen. Para desplazarte cientos de kilómetros sin cansancio, atraviesa tierras despobladas. Atacar un espacio abierto no significa sólo un espacio en el que el enemigo no tiene defensa. Mientras su defensa no sea estricta - el lugar no esté bien guardado -, los enemigos se desperdigarán ante ti, como si estuvieras atravesando un territorio despoblado. Para tomar infaliblemente lo que atacas, ataca donde no haya defensa. Para mantener una defensa infaliblemente segura, defiende donde no haya ataque. Así, en el caso de los que son expertos en el ataque, sus enemigos no saben por dónde atacar. Cuando se cumplen las instrucciones, las personas son sinceramente leales y comprometidas, los planes y preparativos para la defensa implantados con firmeza, siendo tan sutil y reservado que no se revelan las estrategias de ninguna forma, y los adversarios se sienten inseguros, y su inteligencia no les sirve para nada. Sé extremadamente sutil, discreto, hasta el punto de no tener forma. Sé completamente misterioso y confidencial, hasta el punto de ser silencioso. De esta manera podrás dirigir el destino de tus adversarios. Para avanzar sin encontrar resistencia, arremete por sus puntos débiles. Para retirarte de manera esquiva, sé más rápido que ellos. Las situaciones militares se basan en la velocidad: llega como el viento, muévete como el relámpago, y los adversarios no podrán vencerte. Por lo tanto, cuando quieras entrar en batalla, incluso si el adversario está atrincherado en una posición defensiva, no podrá evitar luchar si atacas en el lugar en el que debe acudir irremediablemente al rescate. Cuando no quieras entrar en batalla, incluso si trazas una línea en el terreno que quieres conservar, el adversario no puede combatir contigo porque le das una falsa pista. Esto significa que cuando los adversarios llegan para atacarte, no luchas con ellos, sino que estableces un cambio estratégico para confundirlos y llenarlos de incertidumbre. Por consiguiente, cuando induces a otros a efectuar una formación, mientras que tú mismo permaneces sin forma, estás concentrado, mientras que tu adversario está dividido. Haz que los adversarios vean como extraordinario lo que es ordinario para ti; haz que vean como ordinario lo que es extraordinario para ti. Esto es inducir al enemigo a efectuar una formación. Una vez vista la formación del adversario, concentras tus tropas contra él. Como tu formación no está a la vista, el adversario dividirá seguramente sus fuerzas. Cuando estás concentrado formando una sola fuerza, mientras que el enemigo está dividido en diez, estás atacando a una concentración de uno contra diez, así que tus fuerzas superan a las suyas. Si puedes atacar a unos pocos soldados con muchos, diezmarás el número de tus adversarios. Cuando estás fuertemente atrincherado, te has hecho fuerte tras buenas barricadas, y no dejas filtrar ninguna información sobre tus fuerzas, sal afuera sin formación precisa, ataca y conquista de manera incontenible. No han de conocer dónde piensas librar la batalla, porque cuando no se conoce, el enemigo destaca muchos puestos de vigilancia, y en el momento en el que se establecen numerosos puestos sólo tienes que combatir contra pequeñas unidades. Así pues, cuando su vanguardia está preparada, su retaguardia es defectuosa, y cuando su retaguardia está preparada, su vanguardia presenta puntos débiles. Las preparaciones de su ala derecha significarán carencia en su ala izquierda. Las preparaciones por todas partes significará ser vulnerable por todas partes. Esto significa que cuando las tropas están de guardia en muchos lugares, están forzosamente desperdigadas en pequeñas unidades. Cuando se dispone de pocos soldados se está a la defensiva contra el adversario el que dispone de muchos hace que el enemigo tenga que defenderse. Cuantas más defensas induces a adoptar a tu enemigo, más debilitado quedará. Así, si conoces el lugar y la fecha de la batalla, puedes acudir a ella aunque estés a mil kilómetros de distancia. Si no conoces el lugar y la fecha de la batalla, entonces tu flanco izquierdo no puede salvar al derecho, tu vanguardia no puede salvar a tu retaguardia, y tu retaguardia no puede salvar a tu vanguardia, ni siquiera en un territorio de unas pocas docenas de kilómetros. Si tienes muchas más tropas que los demás, ¿cómo puede ayudarte este factor para obtener la victoria? Si no conoces el lugar y la fecha de la batalla, aunque tus tropas sean más numerosas que las de ellos, ¿cómo puedes saber si vas a ganar o a perder? Así pues, se dice que la victoria puede ser creada. Si haces que los adversarios no sepan el lugar y la fecha de la batalla, siempre puedes vencer. Incluso si los enemigos son numerosos, puede hacerse que no entren en combate. Por tanto, haz tu valoración sobre ellos para averiguar sus planes, y determinar qué estrategia puede tener éxito y cuál no. Incítalos a la acción para descubrir cuál es el esquema general de sus movimientos y descansa. Haz algo por o en contra de ellos para su atención, de manera que puedas de ellos para atraer descubrir sus hábitos de comportamiento de ataque y de defensa. Indúcelos a adoptar formaciones específicas, para conocer sus puntos flacos. Esto significa utilizar muchos métodos para confundir y perturbar al enemigo con el objetivo de observar sus formas de respuesta hacia ti; después de haberlas observado, actúas en consecuencia, de manera que puedes saber qué clase de situaciones significan vida y cuáles significan muerte. Pruébalos para averiguar sus puntos fuertes y sus puntos débiles. Por lo tanto, el punto final de la formación de un ejército es llegar a la no forma. Cuando no tienes forma, los informadores no pueden descubrir nada, ya que la información no puede crear una estrategia. Una vez que no tienes forma perceptible, no dejas huellas que puedan ser seguidas, los informadores no encuentran ninguna grieta por donde mirar y los que están a cargo de la planificación no pueden establecer ningún plan realizable. La victoria sobre multitudes mediante formaciones precisas debe ser desconocida par las multitudes. Todo el mundo conoce la forma mediante la que resultó vencedor, pero nadie conoce la forma mediante la que aseguró la victoria. En consecuencia, la victoria en la guerra no es repetitiva, sino que adapta su forma continuamente. Determinar los cambios apropiados, significa no repetir las estrategias previas para obtener la victoria. Para lograrla, puedo adaptarme desde el principio a cualquier formación que los adversarios puedan adoptar. Las formaciones son como el agua: la naturaleza del agua es evitar lo alto e ir hacia abajo; la naturaleza de los ejércitos es evitar lo lleno y atacar lo vacío; el flujo del agua está determinado par la tierra; la victoria viene determinada por el adversario. Así pues, un ejército no tiene formación constante, lo mismo que el agua no tiene forma constante: se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose según el enemigo.

CA P I T U L O VII
Sobre el enfrentamiento directo e indirecto La regla ordinaria para el uso del ejército es que el mando del ejército reciba órdenes de las autoridades civiles y después reúne y concentra a las tropas, acuartelándolas juntas. Nada es más difícil que la lucha armada. Luchar con otros cara a cara para conseguir ventajas es lo más arduo del mundo. La dificultad de la lucha armada es hacer cercanas las distancias largas y convertir los problemas en ventajas. Mientras que das la apariencia de estar muy lejos, empiezas tu camino y llegas antes que el enemigo. Por lo tanto, haces que su ruta sea larga, atrayéndole con la esperanza de ganar. Cuando emprendes la marcha después que los otros y llegas antes que ellos, conoces la estrategia de hacer que las distancias sean cercanas. Sírvete de una unidad especial para engañar al enemigo atrayéndole a una falsa persecución, haciéndole creer que el grueso de tus fuerzas está muy lejos; entonces, lanzas una fuerza de ataque sorpresa que llega antes, aunque emprendió el camino después. Por consiguiente, la lucha armada puede ser provechosa y puede ser peligrosa. Para el experto es provechosa, para el inexperto peligrosa. Movilizar a todo el ejército para el combate en aras de obtener alguna ventaja tomaría mucho tiempo, pero combatir por una ventaja con un ejército incompleto tendría como resultado una falta de recursos. Si te movilizas rápidamente y sin parar día y noche, recorriendo el doble de la distancia habitual, y si luchas por obtener alguna ventaja a miles de kilómetros, tus jefes militares serán hechos prisioneros. Los soldados que sean fuertes llegarán allí primero, los más cansados llegarán después - como regla general, sólo lo conseguirá uno de cada diez. Cuando la ruta es larga las tropas se cansan; si han gastado su fuerza en la movilización, llegan agotadas mientras que sus adversarios están frescos; así pues, es seguro que serán atacadas. Combatir por una ventaja a cincuenta kilómetros de distancia frustrará los planes del mando, y, como regla general, sólo la mitad de los soldados lo harán. Si se combate por obtener una ventaja a treinta kilómetros de distancia, sólo dos de cada tres soldados los recorrerán. Así pues, un ejército perece si no está equipado, si no tiene provisiones o si no tiene dinero. Estas tres cosas son necesarias: no puedes combatir para ganar con un ejército no equipado, o sin provisiones, lo que el dinero facilita. Por tanto, si ignoras los planes de tus rivales, no puedes hacer alianzas precisas. A menos que conozcas las montañas y los bosques, los desfiladeros y los pasos, y la condición de los pantanos, no puedes maniobrar con una fuerza armada. A menos que utilices guías locales, no puedes aprovecharte de las ventajas del terreno. Sólo cuando conoces cada detalle de la condición del terreno puedes maniobrar y guerrear. Por consiguiente, una fuerza militar se usa según la estrategia prevista, se moviliza mediante la esperanza de recompensa, y se adapta mediante la división y la combinación. Una fuerza militar se establece mediante la estrategia en el sentido de que distraes al enemigo para que no pueda conocer cuál es tu situación real y no pueda imponer su supremacía. Se moviliza mediante la esperanza de recompensa, en el sentido de que entra en acción cuando ve la posibilidad de obtener una ventaja. Dividir y volver a hacer combinaciones de tropas se hace para confundir al adversario y observar cómo reacciona frente a ti; de esta manera puedes adaptarte para obtener la victoria. Por eso, cuando una fuerza militar se mueve con rapidez es como el viento; cuando va lentamente es como el bosque; es voraz como el fuego e inmóvil como las montañas. Es rápida como el viento en el sentido que llega sin avisar y desaparece como el relámpago. Es como un bosque porque tiene un orden. Es voraz como el fuego que devasta una planicie sin dejar tras sí ni una brizna de hierba. Es inmóvil como una montaña cuando se acuartela. Es tan difícil de conocer como la oscuridad; su movimiento es como un trueno que retumba. Para ocupar un lugar, divide a tus tropas. Para expandir tu territorio, divide los beneficios. La regla general de las operaciones militares es desproveer de alimentos al enemigo todo lo que se pueda. Sin embargo, en localidades donde la gente no tiene mucho, es necesario dividir a las tropas en grupos más pequeños para que puedan tomar en diversas partes lo que necesitan, ya que sólo así tendrán suficiente. En cuanto a dividir el botín, significa que es necesario repartirlo entre las tropas para guardar lo que ha sido ganado, no dejando que el enemigo lo recupere. Actúa después de haber hecho una estimación. Gana el que conoce primero la medida de lo que está lejos y lo que está cerca: ésta es la regla general de la lucha armada. El primero que hace el movimiento es el "invitado", el último es el "anfitrión". El "invitado" lo tiene difícil, el "anfitrión lo tiene fácil". Cerca y lejos significan desplazamiento: el cansancio, el hambre y el frío surgen del desplazamiento. Un antiguo libro que trata de asuntos militares dice: "Las palabras no son escuchadas, par eso se hacen los símbolos y los tambores. Las banderas y los estandartes se hacen a causa de la ausencia de visibilidad." Símbolos, tambores, banderas y estandartes se utilizan para concentrar y unificar los oídos y los ojos de los soldados. Una vez que están unificados, el valiente no puede actuar solo, ni el tímido puede retirarse solo: ésta es la regla general del empleo de un grupo. Unificar los oídos y los ojos de los soldados significa hacer que miren y escuchen al unísono de manera que no caigan en la confusión y el desorden. La señales se utilizan para indicar direcciones e impedir que los individuos vayan a donde se les antoje. Así pues, en batallas nocturnas, utiliza fuegos y tambores, y en batallas diurnas sírvete de banderas y estandartes, para manipular los oídos y los ojos de los soldados. Utiliza muchas señales para confundir las percepciones del enemigo y hacerle temer tu temible poder militar. De esta forma, haces desaparecer la energía de sus ejércitos y desmoralizas a sus generales. En primer lugar, has de ser capaz de mantenerte firme en tu propio corazón; sólo entonces puedes desmoralizar a los generales enemigos. Por esto, la tradición afirma que los habitantes de otros tiempos tenían la firmeza para desmoralizar, y la antigua ley de los que conducían carros de combate decía que cuando la mente original es firme, la energía fresca es victoriosa. De este modo, la energía de la mañana está llena de ardor, la del mediodía decae y la energía de la noche se retira; en consecuencia, los expertos en el manejo de las armas prefieren la energía entusiasta, atacan la decadente y la que se bate en retirada. Son ellos los que dominan la energía. Cualquier débil en el mundo se dispone a combatir en un minuto si se siente animado, pero cuando se trata realmente de tomar las armas y de entrar en batalla, es poseído por la energía; cuando esta energía se desvanece, se detendrá, estará asustado y se arrepentirá de haber comenzado. La razón por la que esa clase de ejércitos miran por encima del hombro a enemigos fuertes, lo mismo que miran a las doncellas vírgenes, es porque se están aprovechando de su agresividad, estimulada por cualquier causa. Utilizar el orden para enfrentarse al desorden, utilizar la calma para enfrentarse con los que se agitan, esto es dominar el corazón. A menos que tu corazón esté totalmente abierto y tu mente en orden, no puedes esperar ser capaz de adaptarte a responder sin límites, a manejar los acontecimientos de manera infalible, a enfrentarte a dificultades graves e inesperadas sin turbarte, dirigiendo cada cosa sin confusión. Dominar la fuerza es esperar a los que vienen de lejos, aguardar con toda comodidad a los que se han fatigado, y con el estómago saciado a los hambrientos. Esto es lo que se quiere decir cuando se habla de atraer a otros hacia donde estás, al tiempo que evitas ser inducido a ir hacia donde están ellos. Evitar la confrontación contra formaciones de combate bien ordenadas y no atacar grandes batallones constituye el dominio de la adaptación. Por tanto, la regla general de las operaciones militares es no enfrentarse a una gran montaña ni oponerse al enemigo de espaldas a ésta. Esto significa que si los adversarios están en un terreno elevado, no debes atacarles cuesta arriba, y que cuando efectúan una carga cuesta abajo, no debes hacerles frente. No persigas a los enemigos cuando finjan una retirada, ni ataques tropas expertas. Si los adversarios huyen de repente antes de agotar su energía, seguramente hay emboscadas esperándote para atacar a tus tropas; en este caso, debes retener a tus oficiales para que no se lancen en su persecución. No consumas la comida de sus soldados. Si el enemigo abandona de repente sus provisiones, éstas han de ser probadas antes de ser comidas, por si están envenenadas. No detengas a ningún ejército que esté en camino a su país. Bajo estas circunstancias, un adversario luchará hasta la muerte. Hay que dejarle una salida a un ejército rodeado. Muéstrales una manera de salvar la vida para que no estén dispuestos a luchar hasta la muerte, y así podrás aprovecharte para atacarles. No presiones a un enemigo desesperado. Un animal agotado seguirá luchando, pues esa es la ley de la naturaleza. Estas son las leyes de las operaciones militares.

C A P I T U L O VIII
Sobre los nueve cambios Por lo general, las operaciones militares están bajo el del gobernante civil para dirigir al ejército. El General no debe levantar su campamento en un terreno difícil. Deja que se establezcan relaciones diplomáticas en las fronteras. No permanezcas en un territorio árido ni aislado. Cuando te halles en un terreno cerrado, prepara alguna estrategia y muévete. Cuando te halles en un terreno mortal, lucha. Terreno cerrado significa que existen lugares escarpados que te rodean por todas partes, de manera que el enemigo tiene movilidad, que puede llegar e irse con libertad, pero a ti te es difícil salir y volver. Cada ruta debe ser estudiada para que sea la mejor. Hay rutas que no debes usar, ejércitos que no han de ser atacados, ciudades que no deben ser rodeadas, terrenos sobre los que no se debe combatir, y órdenes de gobernantes civiles que no deben ser obedecidas. En consecuencia, los generales que conocen las variables posibles para aprovecharse del terreno sabe cómo manejar las fuerzas armadas. Si los generales no saben cómo adaptarse de manera ventajosa, aunque conozcan la condición del terreno, no pueden aprovecharse de él. Si están al mando de ejércitos, pero ignoran las artes de la total adaptabilidad, aunque conozcan el objetivo a lograr, no pueden hacer que los soldados luchen por él. Si eres capaz de ajustar la campaña cambiar conforme al ímpetu de las fuerzas, entonces la ventaja no cambia, y los únicos que son perjudicados son los enemigos. Por esta razón, no existe una estructura permanente. Si puedes comprender totalmente este principio, puedes hacer que los soldados actúen en la mejor forma posible. Por lo tanto, las consideraciones de la persona inteligente siempre incluyen el analizar objetivamente el beneficio y el daño. Cuando considera el beneficio, su acción se expande; cuando considera el daño, sus problemas pueden resolverse. El beneficio y el daño son interdependientes, y los sabios los tienen en cuenta. Por ello, lo que retiene a los adversarios es el daño, lo que les mantiene ocupados es la acción, y lo que les motiva es el beneficio. Cansa a los enemigos manteniéndolos ocupados y no dejándoles respirar. Pero antes de lograrlo, tienes que realizar previamente tu propia labor. Esa labor consiste en desarrollar un ejército fuerte, un pueblo próspero, una sociedad armoniosa y una manera ordenada de vivir. Así pues, la norma general de las operaciones militares consiste en no contar con que el enemigo no acuda, sino confiar en tener los medios de enfrentarte a él; no contar con que el adversario no ataque, sino confiar en poseer lo que no puede ser atacado. Si puedes recordar siempre el peligro cuando estás a salvo y el caos en tiempos de orden, permanece atento al peligro y al caos mientras no tengan todavía forma, y evítalos antes de que se presenten; ésta es la mejor estrategia de todas. Por esto, existen cinco rasgos que son peligrosos en los generales. Los que están dispuestos a morir, pueden perder la vida; los que quieren preservar la vida, pueden ser hechos prisioneros; los que son dados a los apasionamientos irracionales, pueden ser ridiculizados; los que son muy puritanos, pueden ser deshonrados; los que son compasivos, pueden ser turbados. Si te presentas en un lugar que con toda seguridad los enemigos se precipitarán a defender, las personas compasivas se apresurarán invariablemente a rescatar a sus habitantes, causándose a sí mismos problemas y cansancio. Estos son cinco rasgos que constituyen defectos en los generales y que son desastrosos para las operaciones militares. Los buenos generales son de otra manera: se comprometen hasta la muerte, pero no se aferran a la esperanza de sobrevivir; actúan de acuerdo con los acontecimientos, en forma racional y realista, sin dejarse llevar por las emociones ni estar sujetos a quedar confundidos. Cuando ven una buena oportunidad, son como tigres, en caso contrario cierran sus puertas. Su acción y su no acción son cuestiones de estrategia, y no pueden ser complacidos ni enfadados.

C A P I T U L O IX
Sobre la distribución de los medios Las maniobras militares son el resultado de los planes y las estrategias en la manera más ventajosa para ganar. Determinan la movilidad y efectividad de las tropas. Si vas a colocar tu ejército en posición de observar al enemigo, atraviesa rápido las montañas y vigílalos desde un valle. Considera el efecto de la luz y manténte en la posición más elevada del valle. Cuando combatas en una montaña, ataca desde arriba hacia abajo y no al revés. Combate estando cuesta abajo y nunca cuesta arriba. Evita que el agua divida tus fuerzas, aléjate de las condiciones desfavorables lo antes que te sea posible. No te enfrentes a los enemigos dentro del agua; es conveniente dejar que pasen la mitad de sus tropas y en ese momento dividirlas y atacarlas. No te sitúes río abajo. No camines en contra de la corriente, ni en contra del viento. Si acampas en la ribera de un río, tus ejércitos pueden ser sorprendidos de noche, empujados a ahogarse o se les puede colocar veneno en la corriente. Tus barcas no deben ser amarradas corriente abajo, para impedir que el enemigo aproveche la corriente lanzando sus barcas contra ti. Si atraviesas pantanos, hazlo rápidamente. Si te encuentras frente a un ejército en media de un pantano, permanece cerca de sus plantas acuáticas o respaldado por los árboles. En una llanura, toma posiciones desde las que sea fácil maniobrar, manteniendo las elevaciones del terreno detrás y a tu derecha, estando las partes más bajas delante y las más altos detrás. Generalmente, un ejército prefiere un terreno elevado y evita un terreno bajo, aprecia la luz y detesta la oscuridad. Los terrenos elevados son estimulantes, y por lo tanto, la gente se halla a gusto en ellos, además son convenientes para adquirir la fuerza del ímpetu. Los terrenos bajos son húmedos, lo cual provoca enfermedades y dificulta el combate. Cuida de la salud física de tus soldados con los mejores recursos disponibles. Cuando no existe la enfermedad en un ejército, se dice que éste es invencible. Donde haya montículos y terraplenes, sitúate en su lado soleado, manteniéndolos siempre a tu derecha y detrás. Colocarse en la mejor parte del terreno es ventajoso para una fuerza militar. La ventaja en una operación militar consiste en aprovecharse de todos los factores beneficiosos del terreno. Cuando llueve río arriba y la corriente trae consigo la espuma, si quieres cruzarlo, espera a que escampe. Siempre que un terreno presente barrancos infranqueables, lugares cerrados, trampas, riesgos, grietas y prisiones naturales, debes abandonarlo rápidamente y no acercarte a él. En lo que a mí concierne, siempre me mantengo alejado de estos accidentes del terreno, de manera que los adversarios estén más cerca que yo de ellos; doy la cara a estos accidentes, de manera que queden a espaldas del enemigo. Entonces estás en situación ventajosa, y él tiene condiciones desfavorables. Cuando un ejército se está desplazando, si atraviesa territorios montañosos con muchas corrientes de agua y pozos, o pantanos cubiertos de juncos, o bosques vírgenes llenos de árboles y vegetación, es imprescindible escudriñarlos totalmente y con cuidado, ya que estos lugares ayudan a las emboscadas y a los espías. Es esencial bajar del caballo y escudriñar el terreno, por si existen tropas escondidas para tenderte una emboscada. También podría ser que hubiera espías al acecho observándote y escuchando tus instrucciones y movimientos. Cuando el enemigo está cerca, pero permanece en calma, quiere decir que se halla en una posición fuerte. Cuando está lejos pero intenta provocar hostilidades, quiere que avances. Si, además, su posición es accesible, eso quiere decir que le es favorable. Si un adversario no conserva la posición que le es favorable por las condiciones del terreno y se sitúa en otro lugar conveniente, debe ser porque existe alguna ventaja táctica para obrar de esta manera. Si se mueven los árboles, es que el enemigo se está acercando. Si hay obstáculos entre los matorrales, es que has tomado un mal camino. La idea de poner muchos obstáculos entre la maleza es hacerte pensar que existen tropas emboscadas escondidas en medio de ella. Si los pájaros alzan el vuelo, hay tropas emboscadas en el lugar. Si los animales están asustados, existen tropas atacantes. Si se elevan columnas de polvo altas y espesas, hay carros que se están acercando; si son bajas y anchas, se acercan soldados a pie. Humaredas esparcidas significan que se está cortando leña. Pequeñas polvaredas que van y vienen indican que hay que levantar el campamento. Si los emisarios del enemigo pronuncian palabras humildes mientras que éste incrementa sus preparativos de guerra, esto quiere decir que va a avanzar. Cuando se pronuncian palabras altisonantes y se avanza ostentosamente, es señal de que el enemigo se va a retirar. Si sus emisarios vienen con palabras humildes, envía espías para observar al enemigo y comprobarás que está aumentando sus preparativos de guerra. Cuando los carros ligeros salen en primer lugar y se sitúan en los flancos, están estableciendo un frente de batalla. Si los emisarios llegan pidiendo la paz sin firmar un tratado, significa que están tramando algún complot. Si el enemigo dispone rápidamente a sus carros en filas de combate, es que está esperando refuerzos. No se precipitarán para un encuentro ordinario si no entienden que les ayudará, o debe haber una fuerza que se halla a distancia y que es esperada en un determinado momento para unir sus tropas y atacarte. Conviene anticipar, prepararse inmediatamente para esta eventualidad. Si la mitad de sus tropas avanza y la otra mitad retrocede, es que el enemigo piensa atraerte a una trampa. El enemigo está fingiendo en este caso confusión y desorden para incitarte a que avances. Si los soldados enemigos se apoyan unos en otros, es que están hambrientos. Si los aguadores beben en primer lugar, es que las tropas están sedientas. Si el enemigo ve una ventaja pero no la aprovecha, es que está cansado. Si los pájaros se reúnen en el campo enemigo, es que el lugar está vacío. Si hay pájaros sobrevolando una ciudad, el ejército ha huido. Si se producen llamadas nocturnas, es que los soldados enemigos están atemorizados. Tienen miedo y están inquietos, y por eso se llaman unos a otros. Si el ejército no tiene disciplina, esto quiere decir que el general no es tomado en serio. Si los estandartes se mueven, es que está sumido en la confusión. Las señales se utilizan para unificar el grupo; así pues, si se desplaza de acá para allá sin orden ni concierto, significa que sus filas están confusas. Si sus emisarios muestran irritación, significa que están cansados. Si matan sus caballos para obtener carne, es que los soldados carecen de alimentos; cuando no tienen marmitas y no vuelven a su campamento, son enemigos completamente desesperados. Si se producen murmuraciones, faltas de disciplina y los soldados hablan mucho entre sí, quiere decir que se ha perdido la lealtad de la tropa. Las murmuraciones describen la expresión de los verdaderos sentimientos; las faltas de disciplina indican problemas con los superiores. Cuando el mando ha perdido la lealtad de las tropas, los soldados se hablan con franqueza entre sí sobre los problemas con sus superiores. Si se otorgan numerosas recompensas, es que el enemigo se halla en un callejón sin salida; cuando se ordenan demasiados castigos, es que el enemigo está desesperado. Cuando la fuerza de su ímpetu está agotada, otorgan constantes recompensas para tener contentos a los soldados, para evitar que se rebelen en masa. Cuando los soldados están tan agotados que no pueden cumplir las órdenes, son castigados una y otra vez para restablecer la autoridad. Ser violento al principio y terminar después temiendo a los propios soldados es el colmo de la ineptitud. Los emisarios que acuden con actitud conciliatoria indican que el enemigo quiere una tregua. Si las tropas enemigas se enfrentan a ti con ardor, pero demoran el momento de entrar en combate sin abandonar no obstante el terreno, has de observarlos cuidadosamente. Están preparando un ataque por sorpresa. En asuntos militares, no es necesariamente más beneficioso ser superior en fuerzas, sólo evitar actuar con violencia innecesaria; es suficiente con consolidar tu poder, hacer estimaciones sobre el enemigo y conseguir reunir tropas; eso es todo. El enemigo que actúa aisladamente, que carece de estrategia y que toma a la ligera a sus adversarios, inevitablemente acabará siendo derrotado. Si tu plan no contiene una estrategia de retirada o posterior al ataque, sino que confías exclusivamente en la fuerza de tus soldados, y tomas a la ligera a tus adversarios sin valorar su condición, con toda seguridad caerás prisionero. Si se castiga a los soldados antes de haber conseguido que sean leales al mando, no obedecerán, y si no obedecen, serán difíciles de emplear. Tampoco podrán ser empleados si no se lleva a cabo ningún castigo, incluso después de haber obtenido su lealtad. Cuando existe un sentimiento subterráneo de aprecio y confianza, y los corazones de los soldados están ya vinculados al mando, si se relaja la disciplina, los soldados se volverán arrogantes y será imposible emplearlos. Por lo tanto, dirígelos mediante el arte civilizado y unifícalos mediante las artes marciales; esto significa una victoria continua. Arte civilizado significa humanidad, y artes marciales significan reglamentos. Mándalos con humanidad y benevolencia, unifícalos de manera estricta y firme. Cuando la benevolencia y la firmeza son evidentes, es posible estar seguro de la victoria. Cuando las órdenes se dan de manera clara, sencilla y consecuente a las tropas, éstas las aceptan. Cuando las órdenes son confusas, contradictorias y cambiantes las tropas no las aceptan o no las entienden. Cuando las órdenes son razonables, justas, sencillas, claras y consecuentes, existe una satisfacción recíproca entre el líder y el grupo.

C A P I T U L O X
Sobre la topología Algunos terrenos son fáciles, otros difíciles, algunos neutros, otros estrechos, accidentados o abiertos. Cuando el terreno sea accesible, sé el primero en establecer tu posición, eligiendo las alturas soleadas; una posición que sea adecuada para transportar los suministros; así tendrás ventaja cuando libres la batalla. Cuando estés en un terreno difícil de salir, estás limitado. En este terreno, si tu enemigo no está preparado, puedes vencer si sigues adelante, pero si el enemigo está preparado y sigues adelante, tendrás muchas dificultades para volver de nuevo a él, lo cual jugará en contra tuya. Cuando es un terreno desfavorable para ambos bandos, se dice que es un terreno neutro. En un terreno neutro, incluso si el adversario te ofrece una ventaja, no te aproveches de ella: retírate, induciendo a salir a la mitad de las tropas enemigas, y entonces cae sobre él aprovechándote de esta condición favorable. En un terreno estrecho, si eres el primero en llegar, debes ocuparlo totalmente y esperar al adversario. Si él llega antes, no lo persigas si bloquea los desfiladeros. Persíguelo sólo si no los bloquea. En terreno accidentado, si eres el primero en llegar, debes ocupar sus puntos altos y soleados y esperar al adversario. Si éste los ha ocupado antes, retírate y no lo persigas. En un terreno abierto, la fuerza del ímpetu se encuentra igualada, y es difícil provocarle a combatir de manera desventajosa para él. Entender estas seis clases de terreno es la responsabilidad principal del general, y es imprescindible considerarlos. Éstas son las configuraciones del terreno; los generales que las ignoran salen derrotados. Así pues, entre las tropas están las que huyen, la que se retraen, las que se derrumban, las que se rebelan y las que son derrotadas. Ninguna de estas circunstancias constituyen desastres naturales, sino que son debidas a los errores de los generales. Las tropas que tienen el mismo ímpetu, pero que atacan en proporción de uno contra diez, salen derrotadas. Los que tienen tropas fuertes pero cuyos oficiales son débiles, quedan retraídos. Los que tienen soldados débiles al mando de oficiales fuertes, se verán en apuros. Cuando los oficiales superiores están encolerizados y son violentos, y se enfrentan al enemigo por su cuenta y por despecho, y cuando los generales ignoran sus capacidades, el ejército se desmoronará. Como norma general, para poder vencer al enemigo, todo el mando militar debe tener una sola intención y todas las fuerzas militares deben cooperar. Cuando los generales son débiles y carecen de autoridad, cuando las órdenes no son claras, cuando oficiales y soldados no tienen solidez y las formaciones son anárquicas, se produce revuelta. Los generales que son derrotados son aquellos que son incapaces de calibrar a los adversarios, entran en combate con fuerzas superiores en número o mejor equipadas, y no seleccionan a sus tropas según los niveles de preparación de las mismas. Si empleas soldados sin seleccionar a los preparados de los no preparados, a los arrojados y a los timoratos, te estás buscando tu propia derrota. Estas son las seis maneras de ser derrotado. La comprensión de estas situaciones es la responsabilidad suprema de los generales y deben ser consideradas. La primera es no calibrar el número de fuerzas; la segunda, la ausencia de un sistema claro de recompensas y castigos; la tercera, la insuficiencia de entrenamiento; la cuarta es la pasión irracional; la quinta es la ineficacia de la ley del orden; y la sexta es el fallo de no seleccionar a los soldados fuertes y resueltos. La configuración del terreno puede ser un apoyo para el ejército; para los jefes militares, el curso de la acción adecuada es calibrar al adversario para asegurar la victoria y calcular los riesgos y las distancias. Salen vencedores los que libran batallas conociendo estos elementos; salen derrotados los que luchan ignorándolos. Por lo tanto, cuando las leyes de la guerra señalan una victoria segura es claramente apropiado entablar batalla, incluso si el gobierno ha dada órdenes de no atacar. Si las leyes de la guerra no indican una victoria segura, es adecuado no entrar en batalla, aunque el gobierno haya dada la orden de atacar. De este modo se avanza sin pretender la gloria, se ordena la retirada sin evitar la responsabilidad, con el único propósito de proteger a la población y en beneficio también del gobierno; así se rinde un servicio valioso a la nación. Avanzar y retirarse en contra de las órdenes del gobierno no se hace por interés personal, sino para salvaguardar las vidas de la población y en auténtico beneficio del gobierno. Servidores de esta talla son muy útiles para un pueblo. Mira por tus soldados como miras por un recién nacido; así estarán dispuestos a seguirte hasta los valles más profundos; cuida de tus soldados como cuidas de tus queridos hijos, y morirán gustosamente contigo. Pero si eres tan amable con ellos que no los puedes utilizar, si eres tan indulgente que no les puedes dar órdenes, tan informal que no puedes disciplinarlos, tus soldados serán como niños mimados y, por lo tanto, inservibles. Las recompensas no deben utilizarse solas, ni debe confiarse solamente en los castigos. En caso contrario, las tropas, como niños mimosos, se acostumbran a disfrutar o a quedar resentidas por todo. Esto es dañino y los vuelve inservibles. Si sabes que tus soldados son capaces de atacar, pero ignoras si el enemigo es invulnerable a un ataque, tienes sólo la mitad de posibilidades de ganar. Si sabes que tu enemigo es vulnerable a un ataque, pero ignoras si tus soldados son capaces de atacar, sólo tienes la mitad de posibilidades de ganar. Si sabes que el enemigo es vulnerable a un ataque, y tus soldados pueden llevarlo a cabo, pero ignoras si la condición del terreno es favorable para la batalla, tienes la mitad de probabilidades de vencer. Por lo tanto, los que conocen las artes marciales no pierden el tiempo cuando efectúan sus movimientos, ni se agotan cuando atacan. Debido a esto se dice que cuando te conoces a ti mismo y conoces a los demás, la victoria no es un peligro; cuando conoces el cielo y la tierra, la victoria es inagotable.

C A P I T U L O XI
Sobre las nueve clases de terreno Conforme a las leyes de las operaciones militares, existen nueve clases de terreno. Si intereses locales luchan entre sí en su propio territorio, a éste se le llama terreno de dispersión. Cuando los soldados están apegados a su casa y combaten cerca de su hogar, pueden ser dispersados con facilidad. Cuando penetras en un territorio ajeno, pero no lo haces en profundidad, a éste se le llama territorio ligero. Esto significa que los soldados pueden regresar fácilmente. El territorio que puede resultarte ventajoso si lo tomas, y ventajoso al enemigo si es él quien lo conquista, se llama terreno clave. Un terreno de lucha inevitable es cualquier enclave defensivo o paso estratégico. Un territorio igualmente accesible para ti y para los demás se llama terreno de comunicación. El territorio que está rodeado por tres territorios rivales y es el primero en proporcionar libre acceso a él a todo el mundo se llama terreno de intersección. El terreno de intersección es aquel en el que convergen las principales vías de comunicación uniéndolas entre sí: sé el primero en ocuparlo, y la gente tendrá que ponerse de tu lado. Si lo obtienes, te encuentras seguro; si lo pierdes, corres peligro. Cuando penetras en profundidad en un territorio ajeno, y dejas detrás muchas ciudades y pueblos, a este terreno se le llama difícil. Es un terreno del que es difícil regresar. Cuando atraviesas montañas boscosas, desfiladeros abruptos u otros accidentes difíciles de atravesar, a esto se le llama terreno desfavorable. Cuando el acceso es estrecho y la salida es tortuosa, de manera que una pequeña unidad enemiga puede atacarte, aunque tus tropas sean más numerosas, a éste se le llama terreno cercado. Si eres capaz de una gran adaptación, puedes atravesar este territorio. Si sólo puedes sobrevivir en un territorio luchando con rapidez, y si es fácil morir si no lo haces, a éste se le llama terreno mortal. Las tropas que se encuentran en un terreno mortal están en la misma situación que si se encontraran en una barca que se hunde o en una casa ardiendo. Así pues, no combatas en un terreno de dispersión, no te detengas en un terreno ligero, no ataques en un terreno clave (ocupado por el enemigo), no dejes que tus tropas sean divididas en un terreno de comunicación. En terrenos de intersección, establece comunicaciones; en terrenos difíciles, entra aprovisionado; en terrenos desfavorables, continúa marchando; en terrenos cercados, haz planes; en terrenos mortales, lucha. En un terreno de dispersión, los soldados pueden huir. Un terreno ligero es cuando los soldados han penetrado en territorio enemigo, pero todavía no tienen las espaldas cubiertas: por eso, sus mentes no están realmente concentradas y no están listos para la batalla. No es ventajoso atacar al enemigo en un terreno clave; lo que es ventajoso es llegar el primero a él. No debe permitirse que quede aislado el terreno de comunicación, para poder servirse de las rutas de suministros. En terrenos de intersección, estarás a salvo si estableces alianzas; si las pierdes, te encontrarás en peligro. En terrenos difíciles, entrar aprovisionado significa reunir todo lo necesario para estar allí mucho tiempo. En terrenos desfavorables, ya que no puedes atrincherarte en ello, debes apresurarte a salir. En terrenos cercados, introduce tácticas sorpresivas. Si las tropas caen en un terreno mortal, todo el mundo luchará de manera espontánea. Por esto se dice: "Sitúa a las tropas en un terreno mortal y sobrevivirán." Los que eran antes considerados como expertos en el arte de la guerra eran capaces de hacer que el enemigo perdiera contacto entre su vanguardia y su retaguardia, la confianza entre las grandes y las pequeñas unidades, el interés recíproco par el bienestar de los diferentes rangos, el apoyo mutuo entre gobernantes y gobernados, el alistamiento de soldados y la coherencia de sus ejércitos. Estos expertos entraban en acción cuando les era ventajoso, y se retenían en caso contrario. Introducían cambios para confundir al enemigo, atacándolos aquí y allá, aterrorizándolos y sembrando en ellos la confusión, de tal manera que no les daban tiempo para hacer planes. Se podría preguntar cómo enfrentarse a fuerzas enemigas numerosas y bien organizadas que se dirigen hacia ti. La respuesta es quitarles en primer lugar algo que aprecien, y después te escucharán. La rapidez de acción es el factor esencial de la condición de la fuerza militar, aprovechándose de los errores de los adversarios, desplazándose por caminos que no esperan y atacando cuando no están en guardia. Esto significa que para aprovecharse de la falta de preparación, de visión y de cautela de los adversarios, es necesario actuar con rapidez, y que si dudas, esos errores no te servirán de nada. En una invasión, por regla general, cuanto más se adentran los invasores en el territorio ajeno, más fuertes se hacen, hasta el punto de que el gobierno nativo no puede ya expulsarlos. Escoge campos fértiles, y las tropas tendrán suficiente para comer. Cuida de su salud y evita el cansancio, consolida su energía, aumenta su fuerza. Que los movimientos de tus tropas y la preparación de tus planes sean insondables. Consolida la energía más entusiasta de tus tropas, ahorra las fuerzas sobrantes, mantén en secreto tus formaciones y tus planes, permaneciendo insondable para los enemigos, y espera a que se produzca un punto vulnerable para avanzar. Sitúa a tus tropas en un punto que no tenga salida, de manera que tengan que morir antes de poder escapar. Porque, ¿ante la posibilidad de la muerte, qué no estarán dispuestas a hacer? Los guerreros dan entonces lo mejor de sus fuerzas. Cuando se hallan ante un grave peligro, pierden el miedo. Cuando no hay ningún sitio a donde ir, permanecen firmes; cuando están totalmente implicados en un terreno, se aferran a él. Si no tienen otra opción, lucharán hasta el final. Por esta razón, los soldados están vigilantes sin tener que ser estimulados, se alistan sin tener que ser llamados a filas, son amistosos sin necesidad de promesas, y se puede confiar en ellos sin necesidad de órdenes. Esto significa que cuando los combatientes se encuentran en peligro de muerte, sea cual sea su rango, todos tienen el mismo objetivo, y, por lo tanto, están alerta sin necesidad de ser estimulados, tienen buena voluntad de manera espontánea y sin necesidad de recibir órdenes, y puede confiarse de manera natural en ellos sin promesas ni necesidad de jerarquía. Prohibe los augurios para evitar las dudas, y los soldados nunca te abandonarán. Si tus soldados no tienen riquezas, no es porque las desdeñen. Si no tienen más longevidad, no es porque no quieran vivir más tiempo. El día en que se da la orden de marcha, los soldados lloran. Así pues, una operación militar preparada con pericia debe ser como una serpiente veloz que contraataca con su cola cuando alguien le ataca por la cabeza, contraataca con la cabeza cuando alguien le ataca por la cola y contraataca con cabeza y cola, cuando alguien le ataca por el medio. Esta imagen representa el método de una línea de batalla que responde velozmente cuando es atacada. Un manual de ocho formaciones clásicas de batalla dice: "Haz del frente la retaguardia, haz de la retaguardia el frente, con cuatro cabezas y ocho colas. Haz que la cabeza esté en todas partes, y cuando el enemigo arremeta por el centro, cabeza y cola acudirán al rescate." Puede preguntarse la cuestión de si es posible hacer que una fuerza militar sea como una serpiente rápida. La respuesta es afirmativa. Incluso las personas que se tienen antipatía, encontrándose en el mismo barco, se ayudarán entre sí en caso de peligro de zozobrar. Es la fuerza de la situación la que hace que esto suceda. Por esto, no basta con depositar la confianza en caballos atados y ruedas fijadas. Se atan los caballos para formar una línea de combate estable, y se fijan las ruedas para hacer que los carros no se puedan mover. Pero aun así, esto no es suficientemente seguro ni se puede confiar en ello. Es necesario permitir que haya variantes a los cambios que se hacen, poniendo a los soldados en situaciones mortales, de manera que combatan de forma espontánea y se ayuden unos a otros codo con codo: éste es el camino de la seguridad y de la obtención de una victoria cierta. La mejor organización es hacer que se exprese el valor y mantenerlo constante. Tener éxito tanto con tropas débiles como con tropas aguerridas se basa en la configuración de las circunstancias. Si obtienes la ventaja del terreno, puedes vencer a los adversarios, incluso con tropas ligeras y débiles; ¿cuánto más te sería posible si tienes tropas poderosas y aguerridas? Lo que hace posible la victoria a ambas clases de tropas es las circunstancias del terreno. Por lo tanto, los expertos en operaciones militares logran la cooperación de la tropa, de tal manera que dirigir un grupo es como dirigir a un solo individuo que no tiene más que una sola opción. Corresponde al general ser tranquilo, reservado, justo y metódico. Sus planes son tranquilos y absolutamente secretos para que nadie pueda descubrirlos. Su mando es justo y metódico, así que nadie se atreve a tomarlo a la ligera. Puede mantener a sus soldados sin información y en completa ignorancia de sus planes. Cambia sus acciones y revisa sus planes, de manera que nadie pueda reconocerlos. Cambia de lugar su emplazamiento y se desplaza por caminos sinuosos, de manera que nadie pueda anticiparse. Puedes ganar cuando nadie puede entender en ningún momento cuáles son tus intenciones. Dice un Gran Hombre: "El principal engaño que se valora en las operaciones militares no se dirige sólo a los enemigos, sino que empieza por las propias tropas, para hacer que le sigan a uno sin saber adónde van." Cuando un general fija una meta a sus tropas, es como el que sube a un lugar elevado y después retira la escalera. Cuando un general se adentra muy en el interior del territorio enemigo, está poniendo a prueba todo su potencial. Ha hecho quemar las naves a sus tropas y destruir sus casas; así las conduce como un rebaño y todos ignoran hacia dónde se encaminan. Incumbe a los generales reunir a los ejércitos y ponerlos en situaciones peligrosas. También han de examinar las adaptaciones a los diferentes terrenos, las ventajas de concentrarse o dispersarse, y las pautas de los sentimientos y situaciones humanas. Cuando se habla de ventajas y de desventajas de la concentración y de la dispersión, quiere decir que las pautas de los comportamientos humanos cambian según los diferentes tipos de terreno. En general, la pauta general de los invasores es unirse cuando están en el corazón del territorio enemigo, pero tienden a dispersarse cuando están en las franjas fronterizas. Cuando dejas tu territorio y atraviesas la frontera en una operación militar, te hallas en un terreno aislado. Cuando es accesible desde todos los puntos, es un terreno de comunicación. Cuando te adentras en profundidad, estás en un terreno difícil. Cuando penetras poco, estás en un terreno ligero. Cuando a tus espaldas se hallen espesuras infranqueables y delante pasajes estrechos, estás en un terreno cercado. Cuando no haya ningún sitio a donde ir, se trata de un terreno mortal. Así pues, en un terreno de dispersión, yo unificaría las mentes de los soldados. En un terreno ligero, las mantendría en contacto. En un terreno clave, les haría apresurarse para tomarlo. En un terreno de intersección, prestaría atención a la defensa. En un terreno de comunicación, establecería sólidas alianzas. En un terreno difícil, aseguraría suministros continuados. En un terreno desfavorable, urgiría a mis tropas a salir rápidamente de él. En un terreno cercado, cerraría las entradas. En un terreno mortal, indicaría a mis tropas que no existe ninguna posibilidad de sobrevivir. Por esto, la psicología de los soldados consiste en resistir cuando se ven rodeados, luchar cuando no se puede evitar, y obedecer en casos extremos. Hasta que los soldados no se ven rodeados, no tienen la determinación de resistir al enemigo hasta alcanzar la victoria. Cuando están desesperados, presentan una defensa unificada. Por ello, los que ignoran los planes enemigos no pueden preparar alianzas. Los que ignoran las circunstancias del terreno no pueden hacer maniobrar a sus fuerzas. Los que no utilizan guías locales no pueden aprovecharse del terreno. Los militares de un gobierno eficaz deben conocer todos estos factores. Cuando el ejército de un gobierno eficaz ataca a un gran territorio, el pueblo no se puede unir. Cuando su poder sobrepasa a los adversarios, es imposible hacer alianzas. Si puedes averiguar los planes de tus adversarios, aprovéchate del terreno y haz maniobrar al enemigo de manera que se encuentre indefenso; en este caso, ni siquiera un gran territorio puede reunir suficientes tropas para detenerte. Por lo tanto, si no luchas por obtener alianzas, ni aumentas el poder de ningún país, pero extiendes tu influencia personal amenazando a los adversarios, todo ello hace que el país y las ciudades enemigas sean vulnerables. Otorga recompensas que no estén reguladas y da órdenes desacostumbradas. Considera la ventaja de otorgar recompensas que no tengan precedentes, observa cómo el enemigo hace promesas sin tener en cuenta los códigos establecidos. Maneja las tropas como si fueran una sola persona. Empléalas en tareas reales, pero no les hables. Motívalas con recompensas, pero no les comentes los perjuicios posibles. Emplea a tus soldados sólo en combatir, sin comunicarles tu estrategia. Déjales conocer los beneficios que les esperan, pero no les hables de los daños potenciales. Si la verdad se filtra, tu estrategia puede hundirse. Si los soldados empiezan a preocuparse, se volverán vacilantes y temerosos. Colócalos en una situación de posible exterminio, y entonces lucharán para vivir. Ponles en peligro de muerte, y entonces sobrevivirán. Cuando las tropas afrontan peligros, son capaces de luchar para obtener la victoria. Así pues, la tarea de una operación militar es fingir acomodarse a las intenciones del enemigo. Si te concentras totalmente en éste, puedes matar a su general aunque estés a kilómetros de distancia. A esto se llama cumplir el objetivo con pericia. Al principio te acomodas a sus intenciones, después matas a sus generales: ésta es la pericia en el cumplimiento del objetivo. Así, el día en que se declara la guerra, se cierran las fronteras, se rompen los salvoconductos y se impide el paso de emisarios. Los asuntos se deciden rigurosamente desde que se comienza a planificar y establecer la estrategia desde la casa o cuartel general. El rigor en los cuarteles generales en la fase de planificación se refiere al mantenimiento del secreto. Cuando el enemigo ofrece oportunidades, aprovéchalas inmediatamente. Entérate primero de lo que pretende, y después anticípate a él. Mantén la disciplina y adáptate al enemigo, para determinar el resultado de la guerra. Así, al principio eres como una doncella y el enemigo abre sus puertas; entonces, tú eres como una liebre suelta, y el enemigo no podrá expulsarte.

C A P I T U L O XII
Sobre el arte de atacar por el fuego Existen cinco clases de ataques mediante el fuego: quemar a las personas, quemar los suministros, quemar el equipo, quemar los almacenes y quemar las armas. El uso del fuego tiene que tener una base, y exige ciertos medios. Existen momentos adecuados para encender fuegos, concretamente cuando el tiempo es seco y ventoso. Normalmente, en ataques mediante el fuego es imprescindible seguir los cambios producidos por éste. Cuando el fuego está dentro del campamento enemigo, prepárate rápidamente desde fuera. Si los soldados se mantienen en calma cuando el fuego se ha declarado, espera y no ataques. Cuando el fuego alcance su punto álgido, síguelo, si puedes; si no, espera. En general, el fuego se utiliza para sembrar la confusión en el enemigo y así poder atacarle. Cuando el fuego puede ser prendido en campo abierto, no esperes a hacerlo en su interior; hazlo cuando sea oportuno. Cuando el fuego sea atizado par el viento, no ataques en dirección contraria a éste. No es eficaz luchar contra el ímpetu del fuego, porque el enemigo luchará en este caso hasta la muerte. Si ha soplado el viento durante el día, a la noche amainará. Un viento diurno cesará al anochecer; un viento nocturno cesará al amanecer. Los ejércitos han de saber que existen variantes de las cinco clases de ataques mediante el fuego, y adaptarse a éstas de manera racional. No basta saber cómo atacar a los demás con el fuego, es necesario saber cómo impedir que los demás te ataquen a ti. Así pues, la utilización del fuego para apoyar un ataque significa claridad, y la utilización del agua para apoyar un ataque significa fuerza. El agua puede incomunicar, pero no puede arrasar. El agua puede utilizarse para dividir a un ejército enemigo, de manera que su fuerza se desuna y la tuya se fortalezca. Ganar combatiendo o llevar a cabo un asedio victorioso sin recompensar a los que han hecho méritos trae mala fortuna y se hace merecedor de ser llamado avaro. Por eso se dice que un gobierno esclarecido lo tiene en cuenta y que un buen mando militar recompensa el mérito. No moviliza a sus tropas cuando no hay ventajas que obtener, ni actúa cuando no hay nada que ganar, ni luchan cuando no existe peligro. Las armas son instrumentos de mal augurio, y la guerra es un asunto peligroso. Es indispensable impedir una derrota desastrosa, y por lo tanto, no vale la pena movilizar un ejército por razones insignificantes: Las armas sólo deben utilizarse cuando no existe otro remedio. Un gobierno no debe movilizar un ejército por ira, y los jefes militares no deben provocar la guerra por cólera. Actúa cuando sea beneficioso; en caso contrario, desiste. La ira puede convertirse en alegría, y la cólera puede convertirse en placer, pero un pueblo destruido no puede hacérsele renacer, y la muerte no puede convertirse en vida. En consecuencia, un gobierno esclarecido presta atención a todo esto, y un buen mando militar lo tiene en cuenta. Ésta es la manera de mantener a la nación a salvo y de conservar intacto a su ejército.

C A P I T U L O XIII
Sobre la concordia y la discordia Una Operación militar significa un gran esfuerzo para el pueblo, y la guerra puede durar muchos años para obtener una victoria de un día. Así pues, fallar en conocer la situación de los adversarios por economizar en aprobar gastos para investigar y estudiar a la oposición es extremadamente inhumano, y no es típico de un buen jefe militar, de un consejero de gobierno, ni de un gobernante victorioso. Por lo tanto, lo que posibilita a un gobierno inteligente y a un mando militar sabio vencer a los demás y lograr triunfos extraordinarios con esa información esencial. La información previa no puede obtenerse de fantasmas ni espíritus, ni se puede tener por analogía, ni descubrir mediante cálculos. Debe obtenerse de personas; personas que conozcan la situación del adversario. Existen cinco clases de espías: el espía nativo, el espía interno, el doble agente, el espía liquidable, y el espía flotante. Cuando están activos todos ellos, nadie conoce sus rutas: a esto se le llama genio organizativo, y se aplica al gobernante. Los espías nativos se contratan entre los habitantes de una localidad. Los espías internos se contratan entre los funcionarios enemigos. Los agentes dobles se contratan entre los espías enemigos. Los espías liquidables transmiten falsos datos a los espías enemigos. Los espías flotantes vuelven para traer sus informes. Entre los funcionarios del régimen enemigo, se hallan aquéllos con los que se puede establecer contacto y a los que se puede sobornar para averiguar la situación de su país y descubrir cualquier plan que se trame contra ti, también pueden ser utilizados para crear desavenencias y desarmonía. En consecuencia, nadie en las fuerzas armadas es tratado con tanta familiaridad como los espías, ni a nadie se le otorgan recompensas tan grandes como a ellos, ni hay asunto más secreto que el espionaje. Si no se trata bien a los espías, pueden convertirse en renegados y trabajar para el enemigo. No se pueden utilizar a los espías sin sagacidad y conocimiento; no puede uno servirse de espías sin humanidad y justicia, no se puede obtener la verdad de los espías sin sutileza. Ciertamente, es un asunto muy delicado. Los espías son útiles en todas partes. Cada asunto requiere un conocimiento previo. Si algún asunto de espionaje es divulgado antes de que el espía haya informado, éste y el que lo haya divulgado deben eliminarse. Siempre que quieras atacar a un ejército, asediar una ciudad o atacar a una persona, has de conocer previamente la identidad de los generales que la defienden, de sus aliados, sus visitantes, sus centinelas y de sus criados; así pues, haz que tus espías averigüen todo sobre ellos. Siempre que vayas a atacar y a combatir, debes conocer primero los talentos de los servidores del enemigo, y así puedes enfrentarte a ellos según sus capacidades. Debes buscar a agentes enemigos que hayan venido a espiarte, sobornarlos e inducirlos a pasarse a tu lado, para poder utilizarlos como agentes dobles. Con la información obtenida de esta manera, puedes encontrar espías nativos y espías internos para contratarlos. Con la información obtenida de éstos, puedes fabricar información falsa sirviéndote de espías liquidables. Con la información así obtenida, puedes hacer que los espías flotantes actúen según los planes previstos. Es esencial para un gobernante conocer las cinco clases de espionaje, y este conocimiento depende de los agentes dobles; así pues, éstos deben ser bien tratados. Así, sólo un gobernante brillante o un general sabio que pueda utilizar a los más inteligentes para el espionaje, puede estar seguro de la victoria. El espionaje es esencial para las operaciones militares, y los ejércitos dependen de él para llevar a cabo sus acciones. No será ventajoso para el ejército actuar sin conocer la situación del enemigo, y conocer la situación del enemigo no es posible sin el espionaje.
FIN SUN TZ

domingo, 29 de abril de 2007

El Caballero de la Armadura Oxidada




EL CABALLERO DE LA ARMADURA OXIDADA

Robert FisherEste libro fue pasado a formato Word para facilitar la difusión, y con el propósito de que así como usted lo recibió lo pueda hacer llegar a alguien más. HERNÁNPara descargar de Internet: Biblioteca Nueva EraRosario – ArgentinaAdherida al Directorio PromineoFWD: www.promineo.gq.nuEL DILEMA DEL CABALLEROHace ya mucho tiempo, en una tierra muy lejana, vivía un caballero que pensaba que era bueno, generoso y amoroso. Hacía todo lo que suelen hacer los caballeros buenos, generosos y amorosos. Luchaba contra sus enemigos, que era malos, mezquinos y odiosos. Mataba a dragones y rescataba a damiselas en apuros. Cuando en el asunto de la caballería había crisis, tenía la mala costumbre de rescatar damiselas incluso cuando ellas no deseaban ser rescatadas y, debido a esto, aunque muchas damas le estaban agradecidas, otras tantas se mostraban furiosas con el caballero. Él lo aceptaba con filosofía. Después de todo, no se puede contentar a todo el mundo.Nuestro caballero era famoso por su armadura. Reflejaba unos rayos de luz tan brillantes que la gente del pueblo juraba no haber visto el sol salir en el norte o ponerse en el este cuando el caballero partía a la batalla. Y partía a la batalla con bastante frecuencia. Ante la mera mención de una cruzada, el caballero se ponía la armadura entusiasmado, montaba su caballo y cabalgaba en cualquier dirección. Su entusiasmo era tal que a veces partía en varias direcciones a la vez, lo cual no es nada fácil.Durante años, el caballero es esforzó en ser el número uno del reino. Siempre había otra batalla que ganar, otro dragón que matar y otra damisela que rescatar.El caballero tenía una mujer fiel y bastante tolerante, Julieta, que escribía hermosos poemas, decía cosas inteligentes y tenía debilidad por el vino. También tenía un hijo de cabellos dorados, Cristóbal, al que esperaba ver algún día, convertido en un valiente caballero.Julieta y Cristóbal veían poco al caballero porque, cuando no estaba luchando en una batalla, matando dragones o rescatando damiselas, estaba ocupado probándose su armadura y admirando su brillo. Con el tiempo, el caballero se enamoró hasta tal punto de su armadura que se la empezó a poner para cenar y, a menudo, para dormir. Después de un tiempo, ya no se tomaba la molestia de quitársela para nada. Poco a poco, su familia fue olvidando qué aspecto tenía sin ella.Ocasionalmente, Cristóbal le preguntaba a su madre qué aspecto tenía su padre. Cuando esto sucedía, Julieta llevaba al chico hasta la chimenea y señalaba el retrato del caballero.- He aquí a tu padre - decía con un suspiro.Una tarde, mientras contemplaba el retrato, Cristóbal le dijo a su madre:-Ojalá pudiera a ver a padre en persona.-¡No puedes tenerlo todo! - respondió bruscamente Julieta.Estaba cada vez más harta de tener tan sólo una pintura como recuerdo del rostro de su marido y estaba cansada de dormir mal por culpa del ruido metálico de la armadura.Cuando paraba en casa y no estaba absolutamente pendiente de su armadura, el caballero solía recitar monólogos sobre sus hazañas. Julieta y Cristóbal casi nunca podían decir una palabra. Cuando lo hacían, el caballero las acallaba, ya sea cerrando su visera o quedándose repentinamente dormido.Un día, Julieta se enfrentó a su marido.- Creo que amas más a tu armadura de lo que me amas a mí.- Eso no es verdad - respondió el caballero - ¿Acaso no te amé lo suficiente como para rescatarte de aquel dragón e instalarte en este elegante castillo con paredes empedradas?- Lo que tu amabas - dijo Julieta, espiando a través de la visera para poder ver sus ojos - era la idea de rescatarme. No me amabas realmente entonces y tampoco me amas realmente ahora.- Sí que te amo - insistió el caballero, abrazándola torpemente con su fría y rígida armadura, casi rompiéndole las costillas.-¡Entonces, quítate esa armadura para ver quién eres en realidad! - le exigió.- No puedo quitármela. Tengo que estar preparado para montar en mi caballo y partir en cualquier dirección - explicó el caballero.- Si no te quitas la armadura, cogeré a Cristóbal, subiré a mi caballo y me marcharé de tu vida.Bueno, esto sí que fue un golpe para el caballero. No quería que Julieta se fuera. Amaba a su esposa y a su hijo y a su elegante castillo, pero también amaba a su armadura porque les mostraba a todos quién era él: un caballero bueno, generoso y amoroso. ¿Por qué no se daba cuenta Julieta de ninguna de estas cualidades?.El caballero estaba inquieto. Finalmente, tomó una decisión. Continuar llevando la armadura no valía la pena si por ello había de perder a Julieta y Cristóbal.De mala gana, el caballero intentó quitarse el yelmo pero, ¡no se movió!. Tiró con más fuerza. Estaba muy enganchado. Desesperado, intentó levantar la visera pero, por desgracia, también estaba atascada. Aunque tiró de la visera una y otra vez, no consiguió nada.El caballero caminó de arriba abajo con gran agitación. ¿Cómo podía haber sucedido esto? Quizá no era tan sorprendente encontrar el yelmo atascado, ya que no se lo había quitado en años, pero la visera era otro asunto. Lo había abierto con regularidad para comer y beber. Pero bueno, ¡si la había abierto esa misma mañana para desayunar huevos revueltos y cerdo en su salsa!.Repentinamente, el caballero tuvo una idea. Sin decir adónde iba, salió corriendo hacia la tienda del herrero, en el patio del castillo. Cuando llegó, el herrero estaba dándose forma a una herradura con sus manos.- Herrero - dijo el caballero - tengo un problema.- Sois un problema, señor - dijo socarronamente el herrero, con su tacto habitual.El caballero, que normalmente gustaba de bromear, arrugó el entrecejo.- No estoy de humor para tus bromas en estos momentos. Estoy atrapado en esta armadura - vociferó, al tiempo que golpeaba el suelo con el pie revestido de acero, dejándolo caer accidentalmente sobre el dedo gordo del pie del herrero.El herrero dejó escapar un aullido y, olvidando por un momento que el caballero era su señor, le propinó un brutal golpe en el yelmo. El caballero sintió tan sólo una ligera molestia. El yelmo ni se movió.- Inténtalo otra vez - ordenó el caballero, sin darse cuenta de que el herrero le había golpeado porque estaba enfadado.- Con gusto - dijo el herrero, balanceando un martillo en venganza y dejándolo caer con fuerza sobre el yelmo del caballero. El yelmo ni siquiera se abolló.El caballero se sintió muy turbado. El herrero era, con mucho, el hombre más fuerte del reino. Si él no podía sacar al caballero de su armadura, ¿quién podría?.Como era un buen hombre, excepto cuando le aplastaban el dedo gordo del pie, el herrero percibió el pánico del caballero y sintió lástima.- Estáis en una situación difícil, caballero, pero no os deis por vencido. Regresad mañana cuando yo haya descansado. Me habéis cogido el final de un día muy duro.Aquella noche, la cena fue difícil. Julieta se enfadaba cada vez más a medida que iba introduciendo por los orificios de la visera del caballero la comida que había tenido que triturar previamente. A mitad de la cena, el caballero le contó a Julieta que el herrero había intentado abrir la armadura, pero que había fracasado.-¡No te creo, bestia ruidosa! -Gritó al tiempo que estrellaba el plato de puré de estofado de paloma contra su yelmo.El caballero no sintió nada. Sólo cuando la salsa comenzó a chorrear por los orificios de la visera, se dio cuenta de que le habían dado en la cabeza. Tampoco había sentido el martillo del herrero aquella tarde. De hecho, ahora que lo pensaba, su armadura no le dejaba sentir apenas nada, y la había llevado durante tanto tiempo que había olvidado cómo se sentían las cosas sin ella.El caballero se entristeció mucho porque Julieta no creía que estaba intentando quitarse la armadura. El herrero y él lo habían intentado, y lo siguieron intentado durante días, sin éxito. Cada día el caballero se deprimía más y Julieta estaba cada vez más fría.Finalmente, el caballero admitió que los esfuerzos del herrero eran vanos.-¡Vaya con el hombre más fuerte del reino! ¡Ni siquiera puedes abrir este montón de lata! - gritó con frustración.Cuando el caballero regresó a casa, Julieta le chilló:- Tu hijo no tiene más que un retrato de su padre, y estoy harta de hablar con una visera cerrada. No pienso volver a pasar comida por los agujeros de esa horrible cosa nunca más. ¡Este es el último puré de cordero que te preparo!- No es mi culpa si estoy atrapado en esta armadura. Tenía que llevarla para estar siempre listo para la batalla. ¿De qué otra manera, si no, hubiera podido comprar bonitos castillos y caballos para ti y para Cristóbal?- No lo hacías por nosotros - argumentó Julieta, ¡Lo hacías por ti!.Al caballero le dolió en el alma que su mujer pareciera no amarlo más. También temía que, si no se quitaba la armadura pronto, Julieta y Cristóbal realmente se marcharían. Tenía que quitarse la armadura, pero no sabía cómo.El caballero descartó una idea tras otra por considerarlas poco viables. Algunos planes eran realmente peligrosos. Sabía que cualquier caballero que se plantease fundir su armadura con la antorcha de un castillo, o congelarla saltando a un foso helado, o hacerla explotar con un cañón, estaba seriamente necesitado de ayuda. Incapaz de encontrar ayuda en su propio reino, el caballero decidió buscar en otras tierras.“En algún lugar debe de haber alguien que me pueda ayudar a quitarme esta armadura”, pensó.Desde luego, echaría de menos a Julieta, Cristóbal y el elegante castillo. También temía que, en su ausencia, Julieta encontrara el amor en brazos de otro caballero, uno que estuviera deseoso de quitarse la armadura y de ser un padre para Cristóbal. Sin embargo, el caballero tenía que irse, así que, una mañana, muy temprano, montó en su caballo y se alejó cabalgando. No osó mirar atrás por miedo a cambiar de idea.Al salir de la provincia, el caballero se detuvo para despedirse del rey, que había sido muy bueno con él. El rey vivía en un grandioso castillo en la cima de una colina del barrio elegante. Al cruzar el puente levadizo y entrar en el patio, el caballero vio al bufón sentado con las piernas cruzadas, tocando la flauta.El bufón se llamaba Bolsalegre porque llevaba sobre su hombro una bolsa con los colores del arco iris, llena de artilugios para hacer reír o sonreír a la gente. Había extrañas cartas que utilizaba para adivinar el futuro de las personas, cuentas de vivos colores que hacía aparecer y desaparecer y graciosas marionetas que usaba para divertir a su audiencia.- Hola, Bolsalegre - dijo el caballero - He venido a decirle adiós al rey.El bufón miro hacia arriba.- El rey se acaba de ir.No hay nada que él os pueda decir.- ¿Adónde ha ido? - preguntó el caballero.- A una cruzada ha partido.Si lo esperáis, vuestro tiempo habréis perdido.El caballero quedó decepcionado por no haber podido ver al rey y perturbado por no poder unirse a él en la cruzada.- Oh - suspiró. Podría morir de inanición dentro de esta armadura antes de que el rey llegara. - quizás no le vuelva a ver nunca más.El caballero sintió ganas de dejarse caer de su montura pero, por supuesto, la armadura se lo impedía.- Sois una imagen triste de ver.No con todo vuestro poder, vuestra situación podéis resolver.- No estoy de humor para tus insultantes rimas - ladró el caballero, tenso dentro de su armadura - ¿No puedes tomarte los problemas de alguien seriamente por una vez?.Con una clara y lírica voz, Bolsalebre cantó:- A mí los problemas no me han de afectar.Son oportunidades para criticar.- Otra canción cantarías si fueras tú el que estuviera atrapado aquí - gruñó el caballero.Bolsalegre continuó:- A todos, alguna armadura nos tiene atrapados.Sólo que la vuestra ya la habéis encontrado.- No tengo tiempo de quedarme y oír tus tonterías. Tengo que encontrar la manera de salir de esta armadura.Y dicho esto, el caballero se dispuso a partir, pero Bolsalegre le llamó:- Hay alguien que puede ayudaros, caballero, a sacar a la luz vuestro yo verdadero.El caballero detuvo su caballo bruscamente y, emocionado, regresó hacia Bolsalegre.- ¿conoces a alguien que me pueda sacar de esta armadura? ¿Quien es?- Tenéis que ver al mago Merlín, así lograréis ser libre al fin.- ¿Merlin? El único Merlin del que he oído hablar es el gran sabio, el maestro del Rey Arturo.- Si. Si, el mismo es.Merlín solo hay uno, ni dos ni tres.- ¡Pero no puede ser! -Exclamó el caballero - Merlin y el rey Arturo vivieron hace muchos años.Bolsalegre replicó:- Es verdad, pero aún vive ahora. En los bosques el sabio mora.- Pero esos bosques son tan grandes... dijo el caballero - ¿cómo lo encontraré ahí?Bolsalegre sonrió.- aunque muy difícil ahora os parece. Cuando el alumno está preparado, el maestro aparece.- Ojalá Merlín apareciera pronto. Voy a buscarlo a él - dijo el caballero.Estiró el brazo y le dio la mano a Bolsalegre en señal de gratitud, y por poco le tritura los dedos del bufón con el guantelete.Bolsalegre dio un grito. El caballero soltó rápidamente la mano del bufón.- Lo siento.Bolsalegre se frotó los magullados dedos.- Cuando la armadura desaparezca y estéis bien. Sentiréis el dolor de los otros también.- ¡Me voy! - dijo el caballero.Hizo girar su caballo y, abrigando nuevas esperanzas en su corazón, se alejó galopando.EN LOS BOSQUES DE MERLÍNNo fue tarea fácil encontrar el astuto mago. Había muchos bosques en los que buscar, pero sólo un Merlín. Así que el pobre caballero cabalgó día tras día, noche tras noche, debilitándose cada vez más.Mientras cabalgaba en solitario a través de los bosques, el caballero se dio cuenta de que había muchas cosas que no sabía. Siempre había pensado que era muy listo, pero no se sentía tan listo ahora, intentando sobrevivir en los bosques.De mala gana, se reconoció a sí mismo que no podía distinguir una baya venenosa de una comestible. Esto hacía del acto de comer una ruleta rusa. Beber no era menos complicado. El caballero intentó meter la cabeza en un arroyo, pero su yelmo se llenó de agua. Casi se ahoga dos veces. Por si eso fuera poco, estaba perdido desde que había entrado en el bosque. No sabía distinguir el norte del sur, ni el este del oeste. Por fortuna, su caballo sí lo sabía.Después de meses de buscar en vano, el caballero estaba bastante desanimado. Aún no había encontrado a Merlín, a pesar de haber viajado muchas leguas. Lo que le hacía sentirse peor aún era que ni siquiera sabía cuánto era una legua. Una mañana, se despertó sintiéndose más débil de lo normal y un tanto peculiar. Aquella misma mañana encontró a Merlín. El caballero reconoció al mago enseguida. Estaba sentado en un árbol, vestido con una larga túnica blanca. Los animales del bosque estaban reunidos a su alrededor, y los pájaros descansaban en sus hombros y brazos.El caballero movió la cabeza sombríamente de un lado a otro, haciendo que rechinase su armadura. ¿Cómo podían estos animales encontrar a Merlín con tanta facilidad cuando había sido tan difícil para él?.Cansinamente, el caballero descendió de su caballo.- Os he estado buscando - le dijo al mago - He estado perdido durante meses.- Toda vuestra vida - le corrigió Merlín, mordiendo una zanahoria y compartiéndola con el conejo más cercano.El caballero se enfureció.- No he venido hasta aquí para ser insultado.- Quizá siempre os habéis tomado la verdad como un insulto - dijo Merlín, compartiendo la zanahoria con algunos de los animales.Al caballero tampoco le gustó mucho este comentario, pero estaba demasiado débil de hambre y sed como para subir a su caballo y marcharse. En lugar de eso, dejó caer su cuerpo envuelto en metal sobre la hierba. Merlín le miró con compasión.- Sois muy afortunado - comentó - Estáis demasiado débil para correr.- ¿Y eso qué quiere decir? - preguntó con brusquedad el caballero.Merlín sonrió por respuesta.- Una persona no puede correr y aprender a la vez. Debe permanecer en un lugar durante un tiempo.- Sólo me quedaré aquí el tiempo necesario para aprender cómo salir de esta armadura - dijo el caballero.- Cuando hayáis aprendido eso - afirmó Merlín - nunca más tendréis que subir a vuestro caballo y partir en todas direcciones.El caballero estaba demasiado cansado como para cuestionar esto. De alguna manera, se sentía consolado y se quedó dormido enseguida.Cuando el caballero despertó, vio a Merlín y a los animales a su alrededor. Intentó sentarse, pero estaba demasiado débil. Merlín le tendió una copa de plata que contenía un extraño líquido.- Bebed esto - le ordenó.- ¿Qué es? - preguntó el caballero, mirando la copa receloso.- ¡Estáis tan asustado! - dijo Merlín - Por supuesto, por eso os pusisteis la armadura desde el principio.El caballero no se molestó en negarlo, pues estaba demasiado sediento.- Está bien, lo beberé. Vertedlo por mi visera.- No lo haré. Es demasiado valioso para desperdiciarlo.Rompió una caña, puso un extremo en la copa y deslizó el otro por uno de los orificios de la visera del caballero.-¡Ésta es una gran idea! - dijo el caballero.- Yo lo llamo pajita - replicó Merlín.- ¿Por qué?- ¿Y por qué no?El caballero se encogió de hombros y sorbió el líquido por la caña. Los primeros sorbos le parecieron amargos, los siguientes más agradables, y los últimos tragos fueros bastante deliciosos.Agradecido, el caballero le devolvió la copa a Merlín.- Deberías lanzarlo al mercado. Os haríais rico.Merlín se limitó a sonreír.- ¿Qué es ? - preguntó el caballero.- Vida.- ¿Vida?- Si - dijo el sabio mago. - ¿No os pareció amarga al principio y, luego, a medida que la degustabais, no la encontrabais cada vez más apetecible?.El caballero asintió.- Sí, los últimos sorbos resultaron deliciosos.- Eso fue cuando empezasteis a aceptar lo que estabais bebiendo.- ¿Estáis diciendo que la vida es buena cuando uno la acepta? - preguntó el caballero.- ¿Acaso no es así? - replicó Merlín, levantando una ceja divertido.- ¿Esperáis que acepte toda esta pesada armadura?.- Ah - dijo Merlín - no nacisteis con esa armadura. Os la pusisteis vos mismo. ¿Os habéis preguntado por qué?.- ¿Y por qué no? - replicó el caballero, irritado. En ese momento, le estaba empezando a doler la cabeza. No estaba acostumbrado a pensar de esa manera.- Seréis capaz de pensar con mayor claridad cuando recuperéis fuerzas - dijo Merlín.Dicho esto, el mago hizo sonar sus palmas y las ardillas, llevando nueces entre los dientes, se alinearon delante del caballero. Una por una, cada ardilla trepó al hombro del caballero, rompió y masticó una nuez, y luego empujó los pequeños trozos a través de la visera del caballero. Las liebres hicieron lo mismo con las zanahorias, y los ciervos trituraron raíces y bayas para que el caballero comiera. Este método de alimentación nunca sería aprobado por el ministerio de Sanidad, pero ¿qué otra cosa podía hacer un caballero atrapado en su armadura en medio del bosque?.Los animales alimentaban al caballero con regularidad, y Merlín le daba a beber enormes copas de Vida con la pajita. Lentamente, el caballero se fue fortaleciendo, y comenzó a sentirse esperanzado.Cada día le hacía la misma pregunta a Merlín:- ¿Cuando podré salir de esta armadura?Cada día Merlín replicaba:-¡Paciencia! Habéis llevado esa armadura durante mucho tiempo. No podéis salir de ella así como así.Una noche, los animales y el caballero estaban oyendo al mago tocar con su laúd los últimos éxitos de los trovadores. Mientras esperaba que Merlín acabara de tocar Añoro los viejos tiempos, en que los caballeros eran valientes y las damiselas eran frías, el caballero le hizo una pregunta que tenía en mente desde hacía tiempo.-¿Fuisteis en verdad el maestro del rey Arturo?El rostro del mago se encendió.- Sí, yo le enseñé a Arturo - dijo.-Pero ¿cómo podéis seguir vivo? ¡Arturo vivió hace mucho tiempo! - exclamó el caballero.- Pasado, presente y futuro son uno cuando estás conectado a la Fuente - replicó Merlín.- ¿Qué es la Fuente? - preguntó el caballero.- Es el poder misterioso e invisible que es el origen de todo.- No entiendo - dijo el caballero.- Eso se debe a que intentáis comprender con la mente, pero vuestra mente es limitada.- Tengo una mente muy buena - le discutió el caballero.- E inteligente - añadió Merlín - Ella te atrapó en esa armadura.El caballero no pudo refutar eso. Luego recordó algo que Merlín le había dicho nada más llegar.- Una vez me dijisteis que me había puesto esta armadura porque tenía miedo.- ¿No es eso verdad? - respondió Merlín.- No, la llevaba para protegerme cuando iba a la batalla.- Y temíais que os hirieran de gravedad o que os mataran - añadió Merlín.- ¿Acaso no lo teme todo el mundo?Merlín negó con la cabeza.- ¿Y quién os dijo que teníais que ir a la batalla?- Tenía que demostrar que era un caballero bueno, generoso y amoroso.- Si realmente erais bueno, generoso y amoroso, ¿por qué teníais que demostrarlo? - preguntó Merlín.El caballero eludió tener que pensar en eso de la misma manera que solía eludir todas las cosas: se puso a dormir.A la mañana siguiente, despertó con un pensamiento elevado en su mente: ¿Era posible que no fuese bueno, generoso y amoroso? Decidió preguntárselo a Merlín.- ¿Qué pensáis vos? - replicó Merlín.- ¿Por qué siempre respondéis a una pregunta con otra pregunta?- ¿ Y por qué siempre buscáis que otros os respondan vuestras preguntas?El caballero se marchó enfadado, maldiciendo a Merlín entre dientes.- ¡Ese Merlín! - masculló - ¡Hay veces que realmente me saca de mi armadura!.Con un ruido seco, el caballero dejó caer su pesado cuerpo bajo un árbol para reflexionar sobre las preguntas del mago.¿Qué pensaba en realidad?- ¿Podría ser - dijo en voz alta a nadie en particular - que yo no fuera bueno, generoso y amoroso?- Podría ser - dijo una vocecita - Si no ¿por qué estáis sentado sobre mi cola?- ¿Eh? - el caballero miró hacia abajo y vio a una pequeña ardilla sentada a su lado. Es decir, a casi toda la ardilla. Su cola estaba escondida.-¡Oh perdona! - dijo el caballero, moviendo rápidamente la pierna para que la ardilla pudiera recuperar su cola - Espero no haberte hecho daño. No veo muy bien con esta visera en mi camino.- No lo dudo - replicó la ardilla sin ningún resentimiento en la voz - Por eso siempre estáis pidiendo disculpas a la gente por haberles hecho daño.- La única cosa que me irrita más que un mago sabelotodo es una ardilla sabelotodo. - gruñó el caballero - No tengo por qué quedarme aquí y hablar contigo.Luchó contra el peso de la armadura en un intento de ponerse de pie. De repente, sorprendido, balbuceó:- ¡Eh... tu y yo estamos hablando!- Un tributo a mi buena fe - replicó la ardilla - teniendo en cuenta que os habéis sentado sobre mi cola.- Pero si los animales no pueden hablar - dijo el caballero.- Oh, claro que pueden - dijo la ardilla - Lo que sucede es que la gente no escucha.El caballero movió la cabeza perplejo.- ¿Me has hablado antes?- Claro, cada vez que rompía una nuez y la empujaba por vuestra visera.- ¿Cómo es que te puedo oír ahora si no te podía oír entonces?- Admiro una mente inquisitiva - comentó la ardilla - pero ¿nunca aceptáis nada tal como es, simplemente porque es?- Estás respondiendo a mis preguntas con preguntas - dijo el caballero - Has pasado demasiado tiempo con Merlín.- Y vos no habéis pasado el tiempo suficiente con él.La ardilla le dio un ligero golpe al caballero con su cola y trepó a un árbol corriendo. El caballero la llamó.- ¡Espera! ¿Cómo te llamas?- Ardilla - replicó ella simplemente, y desapareció en la copa del árbol.Aturdido, el caballero movió la cabeza. ¿Se había imaginado todo esto? En ese preciso instante, vio a Merlín acercarse.- Merlín - dijo Tengo ganas de salir de aquí. He empezado a hablar con las ardillas.- Espléndido - replicó el Mago.El caballero le miró preocupado.- ¿Cómo puede ser espléndido? ¿Qué queréis decir?.- Simplemente eso. Os estáis volviendo lo suficientemente sensible como para sentir las vibraciones de otros.El caballero estaba obviamente confundido, así que Merlín continuó explicando:- No hablasteis con la ardilla con palabras, sino que sentisteis sus vibraciones, y tradujisteis esas vibraciones en palabras. Estoy esperando el día en que empecéis a hablar con las flores.- Eso será el día que las plantéis en mi tumba. ¡Tengo que salir de estos bosques!- ¿Adonde irías?- Regresaría con Julieta y Cristóbal. Han estado solos durante mucho tiempo. Tengo que volver y cuidar de ellos.- ¿Cómo podéis cuidar de ellos si ni siquiera podéis cuidar de vos mismo? - preguntó Merlín.- Pero les echo de menos - se quejó el caballero - quiero regresar con ellos. Aún en el peor de los casos.- Y es exactamente así como regresaréis si vais con vuestra armadura - le previno Merlín.El caballero miró a Merlín con tristeza.- No quiero esperar a quitarme la armadura. Quiero volver ahora y ser un marido bueno, generoso y amoroso para Julieta y un gran padre para Cristóbal.Merlín asintió comprensivo. Le dijo al caballero que regresar para dar de sí mismo era un maravilloso regalo.- Sin embargo - añadió - un don para ser un don, debe ser aceptado. De no ser así es como una carga para las personas.- ¿Queréis decir que quizá no quieran que regrese? - preguntó el caballero sorprendido - Seguramente me darían otra oportunidad. Después de todo, yo soy uno de los mejores caballeros del reino.- Quizás esta armadura sea más gruesa de lo que parece - dijo Merlín con suavidad.El caballero reflexionó sobre esto. Recordó las eternas quejas de Julieta porque él se iba a la batalla tan a menudo, por la atención que le prestaba a su armadura, y por su visor cerrado y su costumbre de quedarse dormido para no oír las palabras. Quizá Julieta no quisiera que él volviese, pero Cristóbal sí querría.- ¿Por qué no mandarle una nota a Cristóbal y preguntárselo? - sugirió Merlín.El caballero estuvo de acuerdo en que era una buena idea, pero ¿cómo podía hacerle llegar una nota a Cristóbal?Merlín señaló a la paloma que estaba posada sobre su hombro.- Rebeca la llevará.El caballero estaba perplejo.- Ella no sabe donde vivo. Es sólo un estúpido pájaro.- Puedo distinguir el norte del sur y el este del oeste - respondió secamente Rebeca - lo cual es más de lo que se podría decir de vos.El caballero se disculpó rápidamente. Estaba completamente pasmado. No sólo había hablado con una paloma y una ardilla, sino que además las había hecho enfadar a las dos en el mismo día.Como era un pájaro de gran corazón, Rebeca aceptó las disculpas del caballero y partió con la nota para Cristóbal en el pico.- No arrulles con palomas extrañas o dejarás caer mi nota - le gritó el caballero.Rebeca ignoró este comentario desconsiderado. El caballero estaba cada vez más impaciente, temiendo que hubiera caído presa de alguno de los halcones de caza que él y otros caballeros habían entrenado. Se estremeció, preguntándose cómo había podido participar en un deporte tan sucio, y se arrepintió otra vez de su horrible equivocación.Cuando Merlín terminó de tocas su laúd y de cantar Tendrás un largo y frío invierno, si tienes un corto y frío corazón, el caballero le expresó sus preocupaciones con respecto a Rebeca.Merlín le dio confianza con un alegre verso:- La paloma más lista que jamás haya volado, no puede ir a parar a ningún guisado.En ese momento, un gran parloteo se levantó entre los animales. Todos miraban al cielo, así que Merlín y el caballero miraron también. Muy alto, sobre sus cabezas, dando círculos para aterrizar, estaba Rebeca.El caballero se puso de pie con gran esfuerzo, el tiempo que Rebeca se posaba en el hombro de Merlín. Cogiendo la nota de su pico, el mago la miró y le dijo al caballero con gravedad que era de Cristóbal.-¡Déjamela ver! - dijo el caballero, quitándole el papel... ¡Está en blanco! Exclamó- ¿qué quiere decir esto?- Quiere decir - dijo Merlín suavemente - que vuestro hijo no os conoce lo suficiente como para daros una respuesta.El caballero permaneció quieto un momento, pasmado, luego lanzó un gemido y lentamente cayó al suelo. Intentó retener las lágrimas, pues los caballeros de brillante armadura simplemente no lloran. Sin embargo, pronto su pena le venció. Luego, exhausto y medio ahogado en su yelmo por las lágrimas, el caballero se quedó dormido.EL SENDERO DE LA VERDADCuando el caballero despertó, Merlín estaba sentado silenciosamente a su lado.- Siento no haber actuado como un caballero - dijo - Mi barba está hecha una sopa.- añadió disgustado.- No os excuséis - dijo Merlín - Acabáis de dar el primer paso para liberaros de vuestra armadura.- ¿Qué queréis decir?- Ya lo veréis - replicó el Mago. Se puso de pie. Es hora de que os vayáis.Esto molestó al caballero. Estaba empezando a disfrutar de estar en el bosque con Merlín y los animales. De cualquier manera, le parecía que no tenía adónde ir. Aparentemente, Julieta y Cristóbal no lo querían en casa. Es verdad que podía volver al asunto de la caballería e ir a alguna cruzada. Tenía muy buena reputación en batalla, y había muchos reyes que se sentirían felices teniéndolo a su lado, pero ya no le parecía que luchar pudiese tener sentido.Merlín le recordó al caballero su nuevo propósito: liberarse de la armadura.-¿Por qué molestarse? - preguntó el caballero ásperamente - a Julieta y a Cristóbal les daba igual si me la quito o no.- Hacedlo por vos mismo - sugirió Merlín - El estar atrapado entro todo ese acero os ha causado muchos problemas, y las cosas empeorarán con el paso del tiempo. Incluso podríais morir a causa de una neumonía por culpa de una barba empapada.- Supongo que sí, mi barba se ha convertido en un fastidio - replicó el caballero - Estoy cansado de cargar con ella y estoy harto de comer papillas. Ahora que lo pienso, ni siquiera me puedo rascar la espalda cuando me pica.- ¿Y cuando fue la última vez que sentisteis el calor de un beso, olisteis la fragancia de una flor, o escuchasteis una hermosa melodía sin que vuestra armadura se interpusiera entre vosotros?- Ya ni me acuerdo - murmuró el caballero con tristeza - Tenéis razón, Merlín. Tengo que liberarme de esta armadura por mí mismo.- No podéis continuar viviendo y pensando como lo habéis hecho hasta ahora - dijo Merlín - Fue así como os quedasteis atrapado en ese montón de acero al principio.- Pero, ¿cómo puedo cambiar todo eso? - preguntó el caballero intranquilo.- No es tan difícil como parece - explicó Merlín, conduciendo al caballero hacia un sendero - Éste es el sendero que seguisteis para llegar a estos bosques.- Yo no seguí ningún sendero - dijo el caballero - ¡Estuve perdido durante meses!- La gente no suele percibir el sendero por el que transita - replicó Merlín.- ¿Queréis decir que el sendero estaba ahí pero yo no lo podía ver?- Sí, y podéis regresar por el mismo, si asó lo deseáis; pero conduce a la deshonestidad, la avaricia, el odio, los celos, el miedo y la ignorancia.- ¿Estáis diciendo que yo soy todo eso? - preguntó el caballero indignado.- En algunos momentos, sois alguna de esas cosas - admitió Merlín en voz baja.El mago señaló hacia otro sendero. Era más estrecho que el primero y muy empinado.- Parece una escalada difícil - observó el caballero.-Ése - dijo Merlín asintiendo - es el Sendero de la Verdad. Se vuelve más empinado a medida que se acerca a la cima de una lejana montaña.El caballero contempló el empinado camino sin entusiasmo.- No estoy seguro de que valga la pena. ¿Qué conseguiré cuando llegue a la cima?- Se trata de lo que no tendréis. - explicó Merlín - ¡Vuestra armadura!El caballero reflexionó sobre esto. Si regresaba por el camino por el que había venido, no tendría esperanzas de liberarse de su armadura y, probablemente moriría de soledad y fatiga. La única manera de quitarse la armadura era, por lo visto, seguir el Sendero de la Verdad, aunque pudiese, en tal caso, morir intentando trepar hacia la empinada montaña.El caballero observó el difícil sendero que tenía delante. Luego miró hacia abajo, y contempló el acero que cubría su cuerpo.- Está bien - dijo con resignación - Probaré el Sendero de la Verdad.Merlín asintió:- Vuestra decisión de transitar un sendero desconocido, teniendo que cargar con una pesada armadura, requiere mucho coraje.El caballero sabía que tenía que comenzar de inmediato, porque, si no, podría cambiar de opinión.- Iré a buscar mi fiel caballo - dijo- Oh, no - rebatió Merlín, moviendo la cabeza de lado a lado - El camino tiene partes demasiado estrechas para que un caballo pueda pasar. Tendréis que ir a pie.Horrorizado, el caballero se dejó caer sobre una roca.- Creo que prefiero morir por culpa de una barba empapada - dijo, perdiendo todo el coraje con una rapidez impresionante.- No tendrás que viajar solo - le dijo Merlín - Ardilla os acompañará.- ¿Qué pretendéis, que cabalgue sobre una ardilla? - preguntó el caballero, asustado ante la idea de tener por compañera en tan arduo viaje a un animal sabelotodo.- Puede que no me puedas montar - dijo la ardilla - pero me necesitaréis para que os ayuda a comer. ¿Quien si no, masticará las nueces para vos y las pasará por vuestra visera?Cuando Rebeca oyó la conversación, voló desde un árbol cercano y se posó en el hombro del caballero.- Yo también os acompañaré. He estado en la cima de la montaña y conozco el camino - dijo.La buena disposición que mostraban los dos animales para ayudarle, proporcionó al caballero el coraje que necesitaba.“Bueno, bueno - se dijo -¡uno de los principales caballeros del reino necesitando que una ardilla y un pájaro le den coraje!”Se puso de pie con gran esfuerzo, indicándole a Merlín que estaba listo para comenzar el viaje.Mientras caminaban por el sendero, el mago sacó una exquisita llave dorada de su cuello y se la dio al caballero.- Esta llave abrirá las puertas de los tres castillos que bloquearán vuestro camino.-¡Lo sé! Gritó el caballero - Habrá una princesa en cada castillo, y mataré al dragón que la retiene y la rescataré...-¡Basta! - lo interrumpió Merlín - No habrá princesas en ninguno de estos castillos. E, incluso si las hubiese, en estos momentos no estáis capacitado para rescatar a ninguna. Tenéis que aprender a salvaros vos primero.Tras la reprimenda, el caballero permaneció en silencio, mientras Merlín continuaba:- El primer castillo se llama Silencio; el segundo Conocimiento y el tercero Voluntad y Osadía. Una vez hayáis entrado en ellos, encontraréis la salida sólo cuando hayáis aprendido lo que habéis ido a aprender.Desde el punto de vista del caballero, esto no parecía tan divertido como rescatar princesas. Además, en aquel momento, visitar castillos no era lo que más le apetecía.- ¿Por qué no puedo simplemente rodear los castillos? Preguntó malhumorado.- Si lo hacéis, os extraviaréis del sendero y seguramente os perderéis. La única manera de llegar a la cima de la montaña es atravesando los castillos - dijo Merlín firmemente.El caballero suspiró profundamente mientras contemplaba la empinada y estrecha senda. Desaparecía entre los altos árboles que sobresalían hacia unas nubes bajas. Presintió que este viaje sería mucho más difícil que una cruzada.Merlín sabía lo que el caballero estaba pensando.- Sí - afirmó - es una batalla diferente la que tendréis que librar en el Sendero de la Verdad. La lucha será aprender a amaros.-¿Cómo haré eso? - preguntó el caballero.-Empezaréis por aprender a conoceros - respondió Merlín - Esta batalla no se puede ganar con la espada, así que la tendréis que dejar aquí - la tierna mirada de Merlín descansó en el caballero por un momento. Luego añadió -: Si os encontráis con algo con lo que no podáis lidiar, llamadme, y yo acudiré.- ¿Queréis decir que podéis aparecer dondequiera que yo me encuentre?- Cualquier mago que se precie lo puede hacer - replicó Merlín. Dicho esto desapareció.El caballero quedó asombrado.- ¡Pero bueno... si ha desaparecido!Ardilla asintió.- A veces realmente la hace buena.- Gastaréis toda vuestra energía hablando - les riño Rebeca - Pongámonos en marcha.El yelmo del caballero emitió un chirrido cuando éste asintió. Partieron con Ardilla al frente y, detrás, el caballero con Rebeca sobre su hombro. De tanto en tanto, Rebeca volaba en misión exploratoria y volvía para informarles de lo que les esperaba más adelante.Después de unas horas, el caballero se derrumbó, exhausto y dolorido. No estaba acostumbrado a viajar sin caballo y con la armadura puesta. Como de todas maneras era casi de noche, Rebeca y Ardilla decidieron parar para dormir.Rebeca voló entre los arbustos y regresó con algunas bayas, que empujó a través de los orificios de la visera del caballero. Ardilla fue a un arroyo cercano y llenó algunas cáscaras de nuez con agua, que el caballero bebió con la pajita que Merlín le había proporcionado. Demasiado agotado como ara esperar a que Ardilla le preparara más nueces, se quedó dormido.A la mañana siguiente le despertó el sol cayendo sobre sus ojos. La luminosidad le molestaba. Su visera nunca había dejado pasar tanta luz. Mientras intentaba entender este fenómeno, se dio cuenta de que Ardilla y Rebeca le estaban observando, al tiempo que parloteaban y arrullaban con excitación. Hizo un esfuerzo por sentarse y, de repente, se dio cuenta de que podía ver mucho más que el día anterior, y que podía sentir la fresca brisa en sus mejillas.¡Una parte de su visera se había roto y se había caído!“¿Cómo habrá sucedido?”, se preguntó.Ardilla contestó a la pregunta que él no había formulado en voz alta.- Se ha oxidado y se ha caído.- Pero ¿Cómo? - preguntó el caballero.- Por las lágrimas que derramasteis después de ver la carta en blanco de vuestro hijo - dijo Rebeca.El caballero meditó sobre esto. La pena que había sentido era tan profunda que su armadura no había podido protegerle. Al contrario, sus lágrimas habían comenzado a deshacer el acero que le rodeaba.-¡Esto es! Gritó - ¡Las lágrimas de auténticos sentimientos me liberarán de la armadura!Se puso de pie más rápido de lo que había hecho en años.- ¡Ardilla! ¡Rebeca! - gritó -¡Espabilad! ¡Vamos al Sendero de la Verdad!Rebeca y Ardilla estaban tan llenas de alegría con lo que estaba sucediéndole al caballero que no le dijeron que su rima era malísima. Los tres continuaron la ascensión de la montaña. Era un día muy especial para el caballero. Notó las diminutas partículas iluminadas por el sol que flotaban en el aire, filtrándose a través de las ramas de los árboles. Miró con detenimiento las caras de algunos petirrojos y vio que no eran todas iguales. Le comentó eso a Rebeca, que dio pequeños saltitos, arrullando alegremente.- Estáis empezando a ver las diferencias en otras formas de vida porque estáis empezando a ver las diferencias en vuestro interior.El caballero intentó comprender qué quería decir Rebeca exactamente. Era demasiado orgulloso para preguntar, pues todavía pensaba que un caballero tenía que ser más listo que una paloma.En ese preciso momento, Ardilla, que había ido a explorar, regresaba alborotada.-El Castillo del Silencio está justo detrás de la próxima subida.Emocionado ante la idea de ver el Castillo, el caballero apuró el paso. Llegó a la cima del monte sin aliento. Era verdad, el castillo se veía a lo lejos, bloqueando el sendero por completo. El caballero les confesó a Ardilla y Rebeca que estaba decepcionado. Había esperado una estructura más elegante. En lugar de eso, el Castillo del Silencio parecía uno más.Rebeca rió y dijo:-Cuando aprendáis a aceptar en lugar de esperar, tendréis menos decepciones.El caballero asintió ante la sabiduría de estas palabras.- He pasado casi toda mi vida decepcionándome. Recuerdo que, estando en la cuna, pensaba que era el bebé más bonito del mundo. Entonces mi niñera me miró y dijo: “Tenéis una cara que sólo una madre puede amar”. Me sentí decepcionado por ser feo en lugar de hermoso, y me decepcionó que la niñera fuera tan poco amable.- Si realmente os hubierais sentido hermoso, no os hubiera importado lo que ella dijo. No os hubierais sentido decepcionado - explicó Ardilla.Esto tenía sentido para el caballero.- Estoy empezando a pensar que los animales son más listos que las personas.- El hecho de que podáis decir eso os hace tan listo como nosotros - replicó Ardilla.- No creo que todo esto tenga nada que ver con ser listo - dijo Rebeca - Los animales aceptan los humanos esperan. Nunca oiréis a un conejo decir: “Espero que el sol salga esta mañana para poder ir al lago a jugar”. Si el sol no sale, no le estropeará el día al conejo. Es feliz siendo un conejo.El caballero pensó en esto. No recordaba a ninguna persona que fuera feliz simplemente por ser una persona.Al poco rato llegaron a la puerta del enorme castillo. El caballero cogió la llave dorada de su cuello y la introdujo en la cerradura. Y mientras abría la puerta, Rebeca le dijo:- Nosotras no iremos contigo.El caballero, que estaba empezando a amar y a confiar en los animales, se sintió decepcionado por que no le acompañaran. Estaba a punto de decirlo, cuando se dio cuenta. Estaba esperando otra vez.Los animales sabían que el caballero dudaba entre entrar o no en el castillo.- Os podemos mostrar la puerta - dijo Ardilla, pero tendréis que entrar solo.Al alejarse volando, Rebeca le llamó alegremente.- Nos encontraremos al otro lado.EL CASTILLO DEL SILENCIOAbandonado a su suerte, el caballero asomó la cabeza con precaución por la puerta del castillo. Las rodillas te temblaban ligeramente, por lo que producía un ruido metálico a causa de su armadura. Como no quería parecer una gallina frente a una paloma, en caso de que Rebeca pudiera verle, reunió fuerzas y entró valientemente, cerrando la puerta a sus espaldas.Por un momento deseó no haber dejado atrás su espada, pero Merlín le había prometido que no tendría que matar dragones, y el caballero confiaba en el mago.Entró en la enorme antesala del castillo y miró a su alrededor. Sólo vio el fuego que ardía en una enorme chimenea de piedra en uno de los muros y tres alfombras en el suelo. Se sentó en la alfombra más cercana al fuego.El caballero pronto se dio cuenta de dos cosas: primero, parecía no haber ninguna puerta que lo condujera fuera de la habitación, hacia otras áreas del castillo. Segundo, había un extraordinario y aterrador silencio. Se sobresaltó al notar que el fuego ni siquiera chasqueaba. El caballero pensaba que su castillo era silencioso, especialmente en las épocas en que Julieta no le hablaba durante días, pero aquello no era nada comparado con esto. El Castillo del Silencio hacia honor a su nombre, penso. Jamás en su vida se había sentido tan solo.De repente, el caballero se sobresaltó por el sonido de una voz familiar a sus espaldas.- Hola caballero.El caballero se giró y se sorprendió al ver al rey aproximarse desde una esquina lejana de la habitación.-¡Rey! - dijo con la voz entrecortada - Ni siquiera os había visto. ¿Qué estáis haciendo aquí?- Lo mismo que vos, caballero: buscando la puerta.El caballero miró a su alrededor otra vez.- No veo ninguna puerta.- Uno no puede ver realmente hasta que comprende - dijo el Rey - Cuando comprendáis lo que hay en esta habitación, podréis ver la puerta que conduce a la siguiente.- Definitivamente, eso espero, rey - dijo el caballero - Me sorprende veros aquí. Había oído que estabais en una cruzada.- Eso es lo que dicen siempre que viajo por el Sendero de la Verdad - explicó el rey - Mis súbditos lo entienden mejor así.El caballero parecía perplejo.- Todo el mundo entiende las cruzadas - dijo el rey - pero muy pocos comprenden la Verdad.- Sí - asintió el caballero - Yo mismo no estaría en este Sendero si no estuviera atrapado en esta armadura.- La mayoría de la gente está atrapada en su armadura - declaró el rey.- ¿Qué queréis decir? - preguntó el caballero.- Ponemos barreras para protegernos de quienes creemos que somos. Luego un día quedamos atrapados tras las barreras y ya no podemos salir.- Nunca pensé que vos estuvierais atrapado, rey. Sois tan sabio... dijo el caballero.El rey soltó una carcajada.- Soy lo suficientemente sabio como para saber cuándo estoy atrapado, y también para regresar aquí para aprender más de mí mismo.El caballero estaba entusiasmado, pensando que quizás el rey podría mostrarle el camino.- Decidme - dijo el caballero, su rostro iluminado - ¿podríamos atravesar el castillo juntos? Así no sería tan solitario.El rey negó con la cabeza.- Una vez lo intenté. Es verdad que mis compañeros y yo no nos sentíamos solos porque hablábamos constantemente, pero cuando uno habla es imposible ver la puerta de salida de esta habitación.- Quizá podríamos limitarnos a caminar juntos, sin hablar - sugirió el caballero. No le apetecía mucho tener que caminar solo por el Castillo del Silencio.El rey volvió a negar con la cabeza, esta vez con más fuerza.- No, también lo intenté. Hizo que el vacío fuera menos doloroso, pero tampoco pude ver la puerta de salida.El caballero protestó.- Pero si no estabais hablando...- Permanecer en silencio es algo más que no hablar - dijo el rey - Descubrí que, cuando estaba con alguien, mostraba sólo mi mejor imagen. No dejaba caer mis barreras, de manera que ni yo ni la otra persona podíamos ver lo que yo intentaba esconder.- No lo capto - dijo el caballero.- Lo comprenderéis - replicó el rey - cuando hayáis permanecido aquí el tiempo suficiente. Uno debe estar solo para poder dejar caer su armadura.El caballero estaba desesperado.- ¡No quiero quedarme aquí solo! - exclamó, golpeando el suelo con el pie, y dejándolo caer involuntariamente sobre el pie del rey.El rey gritó de dolor y comenzó a dar saltos.¡El caballero estaba horrorizado! Primero al herrero; ahora al rey.- Perdonad, señor - dijo, disculpándose.El rey se acarició el pie con suavidad.- Oh, bueno. Esa armadura os hace más daño a vos que a mí - luego, miró al caballero con expresión sabia -. Comprendo que no queráis quedaros solo en el castillo. Yo tampoco deseaba las primeras veces que estuve aquí, pero ahora me doy cuenta de que lo que uno ha de hacer aquí, lo ha de hacer solo - Dicho esto, se alejó cojeando al tiempo que decía -: Ahora debo irme.Perplejo, el caballero preguntó:- ¿A donde vais? La puerta está por aquí.- Esa puerta es sólo de entrada. La puerta que lleva a la siguiente habitación está en la pared más lejana. La vi, por fin, cuando vos entrabais - dijo el rey.-¿Qué queréis decir con que por fin la visteis? ¿No recordabais dónde estaba, de las otras veces que estuvisteis aquí? - preguntó el caballero, sin comprender por qué el rey continuaba viniendo.- Uno nunca acaba de viajar por el Sendero de la Verdad. Cada vez que vengo, a medida que voy comprendiendo cada vez más, encuentro nuevas puertas - el rey se despidió con la mano - Trataos bien, buen amigo.-¡Aguardad, por favor ! - le suplicó el caballero.El rey se volvió y le miró con compasión.-¿Sí?El caballero, que no podía hacer que tambalease la resolución del rey, pidió:- ¿Hay algún consejo que me podáis dar antes de iros?.El rey lo pensó por un momento, luego respondió:- Esto es un nuevo tipo de cruzada para vos, querido caballero: una que requiere más coraje que todas las otras batallas que habéis conocido antes. Si lográis reunir las fuerzas necesarias y quedaros para hacer lo que tenéis que hacer aquí será vuestra mayor victoria.Dicho esto, el rey se giró y, estirando el brazo como para abrir una puerta, desapareció en la pared, dejando al caballero mirando con incredulidad.El caballero corrió al sitio donde había estado el rey, esperando que, de cerca, también podría ver la puerta. Al encontrar tan sólo lo que parecía ser una pared sólida, comenzó a caminar por toda la habitación. Lo único que el caballero podía oír era el sonido de su armadura resonando por todo el castillo.Después de un rato, se sentía más deprimido que nunca. Para animarse, cantó un par de canciones de batalla: Estaré contigo para llevarte a una Cruzada, cariño y Dondequiera que deje mi yelmo, es mi casa. Las cantó una y otra vez.A medida que su voz se fue cansando, la quietud comenzó a ahogar su canto, envolviéndolo en el silencio más absoluto. Sólo entonces pudo el caballero admitir francamente algo que ya sabía: tenía miedo a estar solo.En ese momento, vio una puerta en la pared más lejana de la habitación. Fue hasta ella, la abrió lentamente y entró en otra habitación. Esta otra sala se parecía mucho a la anterior, sólo que era más pequeña. También ésta estaba vacía de todo sonido.Para pasar el tiempo, el caballero, comenzó a hablar consigo mismo. Decía cualquier cosa que le venía a la mente. Habló de cómo era de pequeño y de qué manera era diferente de los otros niños que conocía. Mientras cazaban codornices y jugaban a “Ponle la cola al burro”, él se quedaba en casa y leía. Como en aquel entonces los libros eran manuscritos de los monjes, había pocos y, muy pronto, los hubo leído todos. Fue entonces cuando comenzó a hablar con todo aquel que pasaba delante de él. Cuando no había con quién hablar, hablaba consigo mismo, igual que ahora.Se encontró diciendo que había hablado tanto durante toda su vida para evitar sentirse solo.El caballero pensó profundamente sobre esto hasta que el sonido de su propia voz rompió el aterrador silencio.- Supongo que siempre he tenido miedo de estar solo.Mientras pronunciaba estas palabras, otra puerta se hizo visible. El caballero la abrió y entró en la siguiente habitación. Era más pequeña aún que la anterior.Se sentó en el suelo y continuó pensando. Al poco rato, le vino el pensamiento de que toda su vida había perdido el tiempo hablando de lo que había hecho y de lo que iba a hacer. Nunca había disfrutado de lo que pasaba en el momento. Y entonces apareció otra puerta. Llevaba a una habitación aún más pequeña que las anteriores.Animado por su progreso, el caballero hizo algo que nunca antes había hecho. Se quedó quieto y escuchó el silencio. Se di cuenta de que, durante la mayor parte de su vida, no había escuchado realmente a nadie ni a nada. El sonido del viento, de la lluvia, el sonido del agua que corre por los arroyos, habían estado siempre ahí, pero en realidad nunca los había oído. Tampoco había oído a Julieta, cuando ella intentaba decirlo cómo se sentía; especialmente cuando estaba triste. Le hacía recordar que él también estaba triste. De hecho, una de las razones por las que había decidido dejarse la armadura puesta todo el tiempo era porque así ahogaba la triste voz de Julieta. Todo lo que tenía que hacer era bajar la visera y ya no la oía.Julieta debía de haberse sentido muy sola hablando con un hombre envuelto en acero; tan sola como el se había sentido en esta lúgubre habitación. Su propio dolor y su soledad afloraron. Comenzó a sentir el dolor y la soledad de Julieta también. Durante años, la había obligado a vivir en un castillo de silencio. Se puso a llorar.El caballero lloró tanto que las lágrimas se derramaron por los agujeros de la visera y empaparon la alfombra que había debajo de él. Las lágrimas fluyeron hacia la chimenea y apagaron el fuego. En realidad, toda la habitación había empezado a inundarse, y el caballero se hubiera ahogado si no fuera porque en ese preciso instante apareció otra puerta.Aunque estaba exhausto por el diluvio, se arrastró hasta la puerta, la abrió y entró en una habitación que no era mucho más grande que el establo de su caballo.- Me pregunto por qué las habitaciones son cada vez más pequeñas - dijo en voz alta.Una voz replicó:- Porque os estáis acercando a vos mismo.Sobresaltado, el caballero miró a su alrededor. Estaba solo, o eso había creído. ¿Quién había hablado?- Tú has hablado - dijo la voz como respuesta a su pensamiento.La voz parecía venir de dentro de sí mismo. ¿Eso era posible?- Sí, es posible - respondió la voz - Soy tu verdadero yo.- Pero si yo soy mi yo verdadero. Protestó el caballero.- Mírate - pronunció la voz con ligera aversión. Ahí sentado medio muerto, dentro de ese montón de lata, con la visera oxidada y la barba hecha una sopa. Si tú eres tu verdadero yo, ¡los dos estamos con problemas!- Ahora óyeme tú a mí - dijo el caballero - He vivido todos estos años sin oír una palabra sobre ti. Ahora que oigo, lo primero que me dices es que tú eres mi verdadero yo. ¿Por qué no me habías hablado antes?- He estado aquí durante años - replicó la voz - pero ésta es la primera vez que estás lo suficientemente silencioso como para oírme.El caballero dudó.- Si tú eres mi verdadero yo, entonces, por favor, dime ¿quién soy yo?La voz replicó amablemente.- No puedes pretender aprender todo de golpe. ¿Por qué no te vas a dormir?- Esta bien - dijo el caballero - pero antes, quiero saber cómo debo llamarte.-¿Llamarme? - preguntó la voz, perpleja - Pero si yo soy tú.- No puedo llamarte yo. Me confunde.- Está bien. Llámame Sam.- ¿Por qué Sam?-¿Y por qué no? - fue la respuesta.- Tienes que conocer a Merlín - dijo el caballero, empezando a cabecear de cansancio. Luego se le cerraron los ojos mientras se sumergía en un profundo y dulce sueño.Cuando despertó, no sabía dónde estaba. Tan sólo era consciente de sí mismo. El resto del mundo parecía haberse desvanecido. A medida que se fue despertando, el caballero se fue dando cuenta de que Ardilla y Rebeca estaban sentadas sobre su pecho.-¿Cómo habéis entrado aquí? - preguntó.Ardilla rió.- No estamos ahí.- Vos estáis aquí - arrulló Rebeca.El caballero abrió más los ojos y se sentó. Miró a su alrededor sorprendido. Sin lugar a dudas, se encontraba sentado sobre el Sendero de la Verdad, al otro lado del Castillo del Silencio.-¿Cómo salí de allí? - preguntó.Rebeca le respondió:- De la única manera posible, pensando.- Lo último que recuerdo - dijo el caballero - es que estaba sentado hablando con... - Aquí se detuvo. Quería contarles a Rebeca y Ardilla acerca de Sam, pero no era fácil de explicar. Además, podía habérselo imaginado todo. Tenía mucho que pensar. El caballero se rascó la cabeza, pero tardó un momento en darse cuenta de que en realidad estaba rascando su propia piel. Se llevó las dos manos envueltas en acero a la cabeza. ¡Su yelmo había desaparecido! Se tocó la cara y la larga barba -¡Ardilla! ¡Rebeca! - gritó.- Ya lo sabemos - dijeron en un alegre unísono - Habéis debido llorar otra vez en el Castillo del Silencio.- Lo hice - replicó el caballero - Pero, ¡cómo puede haberse oxidado todo un yelmo en una noche?Los animales rieron con estrépito. Rebeca yacía sin aliento, dando aletazos contra el suelo. Al caballero le pareció que estaba fuera de sus pajarillos. Exigió que le hicieran saber qué era tan gracioso.Ardilla fue la primera en recuperar el aliento.- No estuvisteis sólo una noche en el castillo.- Entonces , ¿durante cuánto tiempo?- ¿Y si os dijera que mientras estabais ahí dentro pude haber recogido fácilmente más de cinco mil nueces?-¡Diría que estáis loca! - exclamó el caballero.- Pues permanecisteis en el castillo durante mucho, muchísimo tiempo - afirmó Rebeca.El caballero dejó caer la mandíbula incrédulo. Miró hacia el cielo y, con una resonante voz, dijo:- Merlín, debo hablar con vos.Como había prometido, el mago apareció inmediatamente. Iba desnudo, a excepción de su larga barba y estaba completamente mojado. Parecía que el caballero le había cogido mientras tomaba un baño.- Lamento la intrusión - dijo el caballero - pero era una urgencia. YO...- No hay problema - dijo Merlín, interrumpiéndolo - Los magos somos molestados a menudo.- Se sacudió el agua de la barba - Respondiendo a vuestra pregunta, he de deciros que es verdad. Permanecisteis en el Castillo del Silencio por un largo tiempo.Merlín no dejaba de sorprender al caballero.- ¿Cómo sabíais lo que quería preguntaros?- Como me conozco, puedo conoceros. Somos todos parte el uno del otro.El caballero pensó un momento.- Estoy empezando a entender. ¿He podido comprender el dolor de Julieta porque soy parte de ella?- Sí - respondió Merlín - Por eso pudisteis llorar por ella y por vos mismo. Fue la primera vez que derramasteis lágrimas por otra persona.El caballero le dijo a Merlín que se sentía orgulloso. El mago sonrió indulgente.- Uno no debe sentirse orgulloso por ser humano. Tiene tan poco sentido como que Rebeca se sintiera orgullosa por poder volar. Rebeca nació con alas. Vos nacisteis con un corazón, y ahora lo estáis utilizando, como es natural.- Realmente sabéis cómo desanimar a un amigo, Merlín.- No era mi intención ser duro con vos. Lo estáis haciendo bien, de no ser así, no hubierais conocido a Sam.El caballero se sintió aliviado.- Entonces, ¿lo oí realmente? ¿No fue sólo mi imaginación?Merlín soltó una risita ahogada.- No, Sam es real. De hecho, es un yo más real que el que habéis estado llamando yo durante estos años. No os estáis volviendo loco. Simplemente, estáis empezando a oír a vuestro yo verdadero. Por esta razón el tiempo transcurrió sin que os dierais cuenta.- No lo comprendo - dijo el caballero.- Comprenderéis cuando hayáis pasado por el Castillo del Conocimiento.Antes de que el caballero pudiera hacer más preguntas, Merlín desapareció.EL CASTILLO DEL CONOCIMIENTOEl caballero, Ardilla y Rebeca continuaron el viaje por el Sendero de la Verdad, en dirección al Castillo del Conocimiento. Se detuvieron tan sólo dos veces ese día, una para comer y otra para que el caballero afeitara su escuálida barba y cortara su largo cabello con el borde afilado del guantelete. Una vez hecho esto, el caballero tuvo mejor aspecto y se sintió mucho mejor, más libre que antes. Sin el yelmo podía comer nueces sin la ayuda de Ardilla. Aunque había apreciado la técnica salvavidas, no consideraba que aquello fuera un modo de vida realmente elegante. Se podía alimentar también de frutas y raíces a las que se había acostumbrado. Nunca más comería paloma ni ninguna otra ave o carne, pues se daba cuenta que hacerlo sería, literalmente, como comerse a sus amigos.Justo antes de caer la noche, el trío continuó caminando penosamente por un monte y contempló el Castillo del Conocimiento en la distancia. Era más grande que el Castillo del Silencio, y la puerta era de oro sólido. Era el castillo más grande que el caballero hubiera visto jamás, incluso más grande que el que el caballero se había construido. El caballero contempló la impresionante estructura y se preguntó quién lo habría diseñado.En ese preciso momento, sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz de Sam.- El Castillo del Conocimiento fue diseñado por el propio universo: la fuente de todo conocimiento.El caballero se sintió sorprendido y a la vez complacido de volver a oír la voz de Sam.- Me alegro que hayas vuelto - dijo- En realidad, nunca me fui - replicó Sam - recuerda que yo soy tú.- Por favor, no quiero volver a oír eso. ¿Qué te parezco ahora que me he afeitado y me he cortado el pelo?- Es la primera vez que sacas provecho de ser esquilado - replicó Sam.El caballero rió con la broma de Sam. Le gustaba su sentido del humor. Si el Castillo del Conocimiento se asemejaba al Castillo del Silencio, estaría feliz de tener a Sam por compañía.El caballero, Rebeca y Ardilla cruzaron el puente levadizo por encima del foso y se detuvieron ante la dorada puerta. El caballero cogió la llave que colgaba de su cuello e hizo girar la cerradura. Al abrir la puerta, le preguntó a Rebeca y a Ardilla si se irían como lo habían hecho en el Castillo del Silencio.- No - replicó Ardilla - El silencio es para uno; el conocimiento es para todos.El caballero se preguntó cómo era posible que se considerara a una paloma un blanco fácil.Los tres atravesaron la puerta y penetraron en una oscuridad tan densa que el caballero no podía ver ni su propia mano. El caballero buscó a tientas las acostumbradas antorchas que suelen estar en la entrada de los castillos, pero no había ninguna. ¿Un castillo con puerta de oro y sin antorchas?- Incluso los castillos de la zona barata tienen antorchas - refunfuñó el caballero al tiempo que Ardilla lo llamaba.El caballero tanteó el camino hasta donde se encontraba ella y vio que estaba señalando una inscripción que brillaba en la pared. Ponía: El conocimiento es la luz que iluminará vuestro camino.“Prefería una antorcha”, pensó el caballero, “quien quiera que sea el que gestiona este castillo, está decidido a reducir las facturas de la luz!Sam habló:- Significa que cuantas más cosas sepas, más luz habrá en el interior del castillo.-¡Apuesto a que tienes razón, Sam! - exclamó el caballero. Y un rayo de luz se filtró en la habitación.En ese preciso momento, Ardilla volvió a llamar al caballero para que se reuniera con ella. Había encontrado otra brillante inscripción grabada en la pared:¿Habéis confundido la necesidad con el amor?Todavía perturbado, el caballero masculló:- Supongo que tengo que encontrar la respuesta para conseguir un poco más de luz.- Lo estas cogiendo rápidamente - replicó Sam, a lo que el caballero respondió bufando:- No tengo tiempo para jugar a Preguntas y Respuestas. ¡Quiero encontrar mi camino por el castillo para poder llegar pronto a la cima de la montaña!- Tal vez lo que tengáis que aprender aquí sea que tenéis todo el tiempo del mundo - sugirió Rebeca.El caballero no estaba de un ánimo muy receptivo y no tenía ganas de oír su filosofía. Por un momento consideró la posibilidad de internarse en la oscuridad del castillo e intentar atravesarlo. La negrura, sin embargo, era bastante intimidatoria y, sin su espada, se sentía temeroso. Le pareció que la única alternativa que le quedaba era intentar descifrar el significado de la inscripción. Suspiró y se sentó ante ella. La leyó otra vez;”Habéis confundido la necesidad con el amor?”El caballero sabía que amaba a Julieta y a Cristóbal, aunque tenía que admitir que había amado más a Julieta antes de que le diera por ponerse bajo los toneles de vino y vaciar su contenido en su boca.San dijo:- Sí, amabais a Julieta y a Cristóbal, pero, ¿no los necesitabais también?- Supongo que si - admitió el caballero.Había necesitado toda la belleza que Julieta le añadía a su vida con su inteligencia y su encantadora poesía. También había necesitado las cosas agradables que ella solía hacer, como invitar amigos para que lo animaran, después de que se quedara atrapado en su armadura.Se acordó de las épocas en las que el asunto de la caballería había estado bajo mínimos y no se podían permitir comprar ropa nueva o contratar sirvientes. Julieta había confeccionado hermosos vestidos para la familia y había preparado deliciosos platos para el caballero y sus amigos. El caballero reconoció que Julieta había mantenido siempre el castillo muy limpio. Y él le había dado muchos castillos para limpiar. A menudo habían tenido que mudarse a un castillo más barato cuando él había regresado de las cruzadas sin un chavo. Había dejado que Julieta hiciera casi todas las mudanzas ella sola, pues él solía estar siempre en algún torneo. Recordó su aspecto agotado mientras llevaba sus pertenencias de un castillo a otro, y cómo se había puesto cuando se vio imposibilitada de tocarlo a causa de la armadura.- ¿No fue entonces cuando Julieta comenzó a ponerse bajo los toneles de vino? - preguntó Sam suavemente.El caballero asintió, y las lágrimas brotaron de sus ojos. Después, se le ocurrió algo espantoso: no había querido culparse de las cosas que hacía. Había preferido culpar a Julieta por todo el vino que bebía. De hecho, le venía bien que ella bebiera, así podía decir que todo era por su culpa, incluyendo el hecho de que él estuviera atrapado en la armadura.A medida que el caballero se iba dando cuenta de lo injusto que había sido con Julieta, las lágrimas iban cayendo por sus mejillas. Si, la había necesitado más de lo que la había amado. Deseó haberla necesitado menos y amado más, pero no había sabido como hacerlo.Mientras continuaba llorando, le vino a la cabeza que también había necesitado a Cristóbal más de lo que le había amado. Un caballero necesitaba un hijo para que partiera a las batallas y luchara en nombre de su padre cuando éste se hiciera mayor. Esto no quería decir que el caballero no amara a Cristóbal, pues amaba la belleza de su hijo. También disfrutaba oyéndole decir: “Te quiero papá!, pero, así como había amado estas cosas de Cristóbal, también respondían a una necesidad suya.Un pensamiento le vino a la mente como un relámpago: ¡Había necesitado el amor de Julieta y Cristóbal porque no se amaba a sí mismo! De hecho, había necesitado el amor de todas las damiselas que había rescatado y de toda la gente por la que había luchado en las cruzadas porque no se amaba a sí mismo.El caballero lloró aún más al darse cuenta de que si no se amaba, no podía amar realmente a otros. Su necesidad de ellos se interpondría.Al admitir esto, una hermosa y resplandeciente luz brilló a su alrededor, ahí donde antes había habido oscuridad. Una mano se posó suavemente sobre su hombro. Miró a través de sus lágrimas y vio a Merlín que le sonreía.- Habéis descubierto una gran verdad - le dijo el mago al caballero - Sólo podéis amar a otros en la medida en que os amáis a vos mismo.- ¿Y cómo hago para empezar a amarme? - preguntó el caballero.- Ya habéis empezado, al saber lo que ahora sabéis - dijo Merlín.- Sé que soy un tonto - sollozó el caballero.- No, conocéis la verdad, y la verdad es amor.Esto consoló al caballero, que dejó de llorar. A medida que sus lágrimas se fueron secando, fue notando la luz que había a su alrededor. Era distinta de cualquier luz que hubiera visto antes.Parecía no venir de ningún lugar, y de todos los lugares a la vez.Merlín hizo eco del pensamiento del caballero:- No ha nada más hermoso que la luz del conocimiento.El caballero miró la luz que le rodeaba y luego hacia la lejana oscuridad.- Para vos no hay oscuridad en este castillo, ¿no es verdad?.- No - replicó Merlín - Ya no.Animado, el caballero se puso de pie, listo para continuar. Le agradeció a Merlín por haber aparecido incluso sin haber sido llamado.- Está bien - dijo el mago - Uno no siempre sabe cuándo pedir ayuda.Y, dicho esto, desapareció.Cuando el caballero se dispuso a continuar, Rebeca apareció volando desde la oscuridad.¡Escuchad! - dijo toda emocionada -¡Esperad a ver lo que voy a mostraros!El caballero nunca había visto a Rebeca tan excitada. Normalmente, era más bien tranquila, pero ahora no dejaba de dar saltos sobre su hombro, sin poder contenerse mientras guiaba al caballero y a Ardilla hacia un gran espejo.- ¡ Es eso! ¡ Es eso! - gorjeó en voz alta, los ojos brillando de entusiasmo.El caballero tuvo una decepción.- Es sólo un viejo espejo - dijo impaciente - Vamos, pongámonos en marcha.- No es un espejo corriente - insistió rebeca - No refleja tu aspecto. Refleja cómo eres de verdad.El caballero estaba intrigado, pero no entusiasmado. Nunca le habían importado mucho los espejos porque nunca se había considerado muy guapo. Pero Rebeca insistió, así que, de mala gana, se colocó ante el espejo y contempló su reflejo. Para su gran sorpresa, en lugar de un hombre alto con ojos tristes y nariz grande, con una armadura hasta el cuello, vio a una persona encantadora y vital, cuyos ojos brillaban con amor y compasión.- ¿Quién es? - preguntóArdilla respondió:- Sois vos.- Este espejo es un fantasma - dijo el caballero - Yo no soy así.- Estáis viendo a vuestro yo verdadero - explicó Sam - el yo que vive bajo esa armadura.- Pero - protestó el caballero, contemplándose con atención en el espejo - ese hombre es un espécimen perfecto. Y su rostro está lleno de inocencia y de belleza.- Ése es su potencial - le respondió Sam - ser hermoso, inocente y perfecto.- Si ése es mi potencial - dijo el caballero - algo terrible sucedió en el camino.- Sí - replicó Sam - pusiste una armadura invisible entre tú y tus verdaderos sentimientos. Ha estado ahí durante tanto tiempo que se ha hecho visible y permanente.- Quizá sí escondí mis sentimientos - dijo el caballero - Pero no podía decir simplemente todo lo que se me pasaba por la cabeza y hacer todo lo que me apetecía. Nadie me hubiera querido. - El caballero se detuvo al pronunciar estas palabras, pues se dio cuenta que se había pasado la vida intentando agradar a la gente. Pensó en todas las cruzadas en las que había luchado, los dragones que había matado, y en las damiselas en apuros que había rescatado: todo para demostrar que era bueno, generoso y amoroso. En realidad, no tenía que demostrar nada. Era bueno, generoso y amoroso.- ¡Jabalinas saltarinas! - exclamó - ¡He desperdiciado toda mi vida!- NO - dijo Sam, rápidamente - No la has desperdiciado. Necesitabas tiempo para aprender todo lo que has aprendido.- Todavía tengo ganas de llorar - dijo el caballero.- Pues, eso sí sería un desperdicio - dijo Sam. Acto seguido, entonó esta canción.“Las lágrimas de autocompasión no te pueden ayudar. No son del tipo que a tu armadura puedan eliminar”El caballero no estaba de humor para apreciar ni la canción ni el humor de Sam.- Deja ya esas pesadas rimas, o te echaré fuera - chilló.- No me puedes echar - rió Sam - Yo soy tú. ¿No lo recuerdas?En ese momento, el caballero se hubiera pegado un tiro gustoso con tal de librarse de Sam, más, por fortuna, aún no habían inventado las armas de fuego. Aparentemente, no había manera de librarse de Sam.El caballero se miró al espejo otra vez. La amabilidad, la compasión, el amor, la inteligencia y la generosidad le devolvieron la mirada. Se dio cuenta de que todo lo que tenía que hacer para tener todas esas cualidades era reclamarlas, pues siempre habían estado ahí.Ante este pensamiento, la hermosa luz brilló una vez más, con más fuerza que antes. Iluminó toda la habitación revelando, para sorpresa del caballero, que el castillo tenía tan sólo una gigantesca habitación.- Es la construcción estándar para un Castillo del Conocimiento - dijo Sam.- El verdadero Conocimiento no se divide en compartimientos porque todo procede de una única verdad.El caballero asintió. Estaba listo para partir justo cuando Ardilla se acercó corriendo.- Este castillo tiene un patio con un gran manzano en el centro.- Oh, llévame a él - pidió el caballero ansioso, pues empezaba a tener hambre.El caballero y Rebeca siguieron a Ardilla hasta el patio. Las robustas ramas del árbol se torcían por el peso de las manzanas más brillantes y rojas que el caballero hubiera visto jamás.- ¿Te gustan las manzanas? - preguntó Sam.El caballero se encontró riendo. Luego notó una inscripción grabada en una losa junto al árbol:Por esta fruta impongo condición, pero ahora aprenderéis acerca de la ambición.El caballero reflexionó sobre esto pero, con franqueza, no tenía ni idea de lo que significaba. Finalmente, decidió olvidarlo.- Si lo haces, no saldremos de aquí - dijo Sam.El caballero gruñó.- Estas inscripciones son cada vez más difíciles de entender.- Nadie dijo que el Castillo del Conocimiento fuera fácil - dijo Sam con firmeza.El caballero suspiró, cogió una manzana y se sentó bajo el árbol con Rebeca y Ardilla.- ¿Vosotras lo entendéis? - les preguntó.Ardilla negó con la cabeza.El caballero miró a Rebeca, que también negó con la cabeza.- Pero lo que sí se - dijo pensativa - es que no tengo ninguna ambición.- Ni yo - intervino Ardilla - y apuesto a que este árbol tampoco tiene ninguna.- Tiene razón - dijo Rebeca - Este árbol es como nosotras. No tiene ambiciones. Quizá vos no necesitéis ninguna.- Esto está bien para los animales y los árboles - dijo el caballero - Pero ¿que sería una persona si no tiene ambición?- Feliz - dijo Sam- No, no lo creo.- Todos estáis en lo cierto - dijo una voz familiar.El caballero se volvió y vio a Merlín de pie, detrás de él y los animales. El mago vestía su larga túnica blanca y llevaba un laúd.- Estaba a punto de llamaros, Merlín - dijo el caballero.- Lo sé - replicó el mago - Todo el mundo necesita ayuda para entender a un árbol. Los árboles son felices simplemente siendo árboles, al igual que Rebeca y Ardilla son felices siendo simplemente lo que son.- Pero los humanos somos distintos - protestó el caballero - tenemos mentes.- Nosotros también tenemos mentes - declaró Ardilla, un tanto ofendida.- Lo siento. Es sólo que los seres humanos tenemos mentes más complicadas que hacen que deseemos ser mejores - explicó el caballero.- ¿Mejores que qué? - preguntó Merlín, tañendo ociosamente unas notas en su laúd.- Mejores de lo que somos - respondió el caballero.- Nacéis hermosos, inocentes y perfectos. ¿Qué podría ser mejor que eso? - demandó Merlín.- No, quiero decir que queremos ser mejores de lo que pensamos que somos, y mejores que los demás... ya sabéis, como yo, que siempre he querido ser el mejor caballero del reino.- Ah, si - admitió Merlín - la ambición de vuestra complicada mente os llevó a intentar demostrar que erais mejor que otros caballeros.- ¿Y qué hay de malo en ello? - preguntó el caballero a la defensiva.- ¿Cómo podríais ser mejor que otros caballeros si todos nacisteis tan inocentes y perfectos como erais?- Al menos era feliz intentándolo - replicó el caballero.- ¿Lo erais? ¿O es que estabais tan ocupado intentando serlo que no podíais disfrutar del simple hecho de ser?- Me estáis confundiendo - musitó el caballero - Sé que las personas necesitan tener ambición. Desean ser listas y tener bonitos castillos y poder cambiar el caballo del año pasado por uno nuevo. Quieren progresar.- Ahora estáis hablando del deseo del hombre de enriquecerse; pero si una persona es generosa, amorosa, compasiva, inteligente y altruista, ¿cómo podría ser más rica?.- Esas riquezas no sirven para comprar castillos y caballos - dijo el caballero.- Es verdad - Merlín esbozó una sonrisa - hay más de un tipo de riquezas, así como hay más de un tipo de ambición.- A mi me parece que la ambición es la ambición. O deseas progresar o no lo deseas.- Es más complicado todo eso - respondió el mago - La ambición que proviene de la mente te puede servir para conseguir bonitos castillos y buenos caballos. Sin embargo, sólo la ambición que proviene del corazón puede darte, además, la felicidad.- ¿Qué es la ambición del corazón? - le cuestionó el caballero.- La ambición del corazón es pura. No compite con nadie y no hace daño a nadie. De hecho, le sirve a uno de tal manera que sirve a otros al mismo tiempo.- ¿Cómo? - preguntó el caballero, esforzándose por comprender.- Es aquí donde podemos aprender del manzano. Se ha convertido en un árbol hermoso y maduro, que da generosamente sus frutos a todos. Cuantas más manzanas coge más gente - dijo Merlín - más crece el árbol y más hermoso deviene. Este árbol hace exactamente lo que un manzano debe hacer: desarrollar su potencial para beneficio de todos. Lo mismo sucede con las personas que tienen ambiciones del corazón.- Pero - objetó el caballero - si me pasara el día regalando manzanas, no podría tener un elegante castillo y no podría cambiar el caballo del año pasado por uno nuevo.- Vos, como la mayoría de la gente, queréis poseer muchas cosas bonitas, pero es necesario separar la necesidad de la codicia.- Decilde eso a una esposa que quiere un castillo en un mejor barrio - replicó mordaz el caballero.Una expresión divertida se dibujó en el rostro de Merlín.- Podríais vender algunas de vuestras manzanas para pagar el castillo y el caballo. Después podríais dar las manzanas que no necesitarais para que los demás se alimentasen.- Este mundo es más fácil para los árboles que para las personas - dijo el caballero filosóficamente.- Es una cuestión de percepción - dijo Merlín - Recibís la misma energía vital que el árbol. Utilizáis la misma agua, el mismo aire y la misma nutrición de la tierra. Os aseguro que si aprendéis del árbol podréis dar frutos y no tardaréis en tener todos los caballos y castillos que deseáis.- ¿Queréis decir que podría conseguir todo lo que necesito simplemente quedándome quieto en mi propio jardín? - preguntó el caballero.Merlín rió.- A los seres humanos se les dio dos pies para que no tuvieran que permanecer en un mismo lugar, pero si se quedaran quietos más a menudo para poder aceptar y apreciar, en lugar de ir de aquí para allá intentando apoderarse de todo lo que pueden, entenderían verdaderamente lo que es la ambición del corazón.El caballero permaneció en silencio, reflexionando sobre las palabras de Merlín. Estudió el manzano que florecía ante sus ojos. Observó a Ardilla, a Rebeca y a Merlín. Ni el árbol ni los animales tenían ambición, y la ambición de Merlín provenía sin duda de su corazón. Todos permanecían sanos y felices; eran hermosos especímenes de la vida.Después pensó en sí mismo: escuálido y con una barba que empezaba a tener mal aspecto. Estaba malnutrido, nervioso, y exhausto por tener que arrastrar su pesada armadura. Había adquirido todo esto por su ambición mental, y ahora comprendía que todo eso debía cambiar. La idea le inspiraba temor, pero luego pensó que ya lo había perdido todo, así que ¿qué más podía perder?.- A partir de este momento, mis ambiciones vendrán del corazón - prometió el caballero.Mientras pronunciaba estas palabras, el castillo y Merlín desaparecieron, y el caballero se encontró otra vez en el Sendero de la Verdad, con Rebeca y Ardilla. Junto al sendero se extendía un cabrilleante arroyo. Sediento, se arrodilló para beber de su agua y notó con sorpresa que la armadura que cubría sus brazos y piernas se había oxidado y caído. Su barba había crecido. Era evidente que el Castillo del Conocimiento, al igual que el Castillo del Silencio, había jugado con el tiempo.El caballero reflexionó sobre este extraño fenómeno y no tardó en darse cuenta de que Merlín estaba en lo cierto. Decidió que era verdad, que el tiempo transcurría con rapidez cuando uno se escuchaba a sí mismo. Recordó cuántas veces el tiempo se había hecho eterno mientras él esperaba que otras personas lo llenaran.Ahora que todo lo que quedaba de su armadura era el peto, el caballero se sintió más ligero y más joven de lo que se había sentido en años. También descubrió que no se había sentido tan bien consigo mismo desde hacía mucho tiempo. Con el paso firme de un muchacho, partió hacia el Castillo de la Voluntad y la Osadía con Rebeca volando sobre su cabeza y Ardilla corriendo a sus pies.EL CASTILLO DE LA VOLUNTAD Y LA OSADÍAHacia el amanecer del día siguiente, el inverosímil trío llegó al último castillo. Era más alto que los otros y sus muros parecían más gruesos. Confiado de que atravesaría velozmente este castillo, el caballero cruzó el puente levadizo con los animales.Cuando estaban a medio camino se abrió de golpe la puerta del castillo y un enorme y amenazador dragón, cubierto de relucientes escamas verdes, surgió de su interior, echando fuego por la boca. Espantado, el caballero se paró en seco.Había visto muchos dragones, pero éste no se parecía a ninguno. Era enorme, y las llamas salían no sólo de su boca, como sucedía con cualquier dragón común y corriente, sino también de sus ojos y oídos. Y, por si eso fuera poco, las llamas eran azules, lo cual quería decir que este dragón tenía un alto contenido de butano.El caballero buscó su espada, pero su mano no encontró nada. Comenzó a temblar. Con una voz débil e irreconocible, el caballero pidió ayuda a Merlín, más, para su desesperación, el mago no apareció.- ¿Por qué no viene? - preguntó ansiosamente, al tiempo que esquivaba una llamarada azul del monstruo.- No lo sé - replicó Ardilla - Normalmente se puede contar con él.Rebeca, sentada sobre el hombre del caballero, ladeó la cabeza y escuchó con atención.- Por lo que he podido captar, Merlín está en París, asistiendo a una conferencia sobre magos.“No me puede abandonar ahora”, se dijo el caballero. “Me prometió que no habría dragones en el Sendero de la Verdad”- Se refería a dragones comunes y corrientes - rugió el monstruo con una voz que hizo temblar los árboles y que por poco hizo caer a Rebeca del hombro del caballero.La situación parecía seria. Un dragón que podía leer las mentes era definitivamente lo pero que se podía esperar pero, de alguna manera, el caballero logró dejar de temblar. Con la voz más fuerte y potente que pudo, gritó:- ¡Fuera de mi camino, bombona de butano gigante!.La bestia bufó, lanzando fuego en todas direcciones.- Caramba, ¡qué atrevido el gatito asustado!El caballero, que no sabía que más hacer, intentó ganar tiempo.- ¿Qué haces en el Castillo de la voluntad y la Osadía? - preguntó.- ¿Hay algún sitio mejor donde yo pueda vivir? - Soy el Dragón del Miedo y la Duda.El caballero reconoció que el nombre era muy acertado. Miedo y duda era exactamente lo que sentía.El dragón volvió a vociferar:- Estoy aquí para acabar con todos los listillos que piensan que pueden derrotar a cualquiera simplemente porque han pasado por el Castillo del Conocimiento.Rebeca susurró al oído del caballero:- Merlín dijo una vez que el conocimiento de uno mismo podía matar al Dragón del Miedo y la Duda.- ¿Y tu lo crees? - susurró al caballero.- Sí - afirmó Rebeca con firmeza.- ¡Pues, entonces, encárgate tú de ese lanzallamas verde! - El caballero dio media vuelta y cruzó el puente levadizo corriendo, en retirada.- ¡Jo,jo,jo! - rió el dragón, y con su último “jo” por poco quema los pantalones del caballero.- ¿Os retiráis después de haber llegado tan lejos? - preguntó Ardilla, mientras el caballero se sacudía las chispas de la espalda.- No lo sé - replicó él - He llegado a habituarme a ciertos lujos, como vivir.San intervino.- ¿Cómo te soportas si no tienes la voluntad y la osadía de poner a prueba el conocimiento que tienes de ti mismo?- ¿Tú también crees que el conocimiento de uno mismo puede matar al Dragón del Miedo y la Duda? - preguntó el caballero.- Por supuesto. El conocimiento de uno mismo es la verdad y ya sabes lo que dicen: “la verdad es más poderosa que la espada”.- Ya sé que eso es lo que se dice, pero ¿hay alguien que lo haya probado y haya sobrevivido? - preguntó sutilmente el caballero.Tan pronto como acabó de pronunciar estas palabras, el caballero recordó que no necesitaba probar nada. Era bueno, generoso y amoroso. Por lo tanto, no debía sentir ni miedo ni dudas. El dragón no era más que una ilusión.El caballero dirigió la mirada a través del puente hacia donde se encontraba el monstruo lanzando fuego hacia unos arbustos, por lo visto para no perder la práctica. Con el pensamiento en la mente de que el dragón sólo existía si él creía que existía, el caballero inspiró profundamente y, con lentitud, volvió a atravesar el puente levadizo.El dragón, por supuesto, fue a su encuentro, bufando y echando fuego. Esta vez, sin embargo, el caballero siguió adelante. Pero el coraje del caballero no tardó en comenzar a derretirse, al igual que su barba, con el calor de las llamaradas del dragón. Con un grito de temor y angustia, dio media vuelta y salió corriendo.El dragón dejó escapar una poderosa carcajada y disparó un chorro de fuego contra el caballero en retirada. Con un aullido de dolor, el caballero atravesó el puente como una bala, con Rebeca y Ardilla tras él. Al divisar un pequeño arroyo, sumergió rápidamente su chamuscado trasero en el agua fresca, sofocando las llamas en el acto.Ardilla y Rebeca intentaban consolarlo desde la orilla.- Habéis sido muy valiente - dijo Ardilla.- No está mal por tratarse del primer intento - añadió Rebeca.Sorprendido, el caballero la miró desde donde estaba.- ¿Cómo que el primer intento?Ardilla le respondió con toda naturalidad:- Tendréis más suerte la segunda vezEl caballero respondió enfadado:- Tú irás la segunda vez.- Recordad que el dragón es sólo una ilusión - dijo Rebeca.- ¿Y el fuego que sale de su boca? ¿Eso también es una ilusión?- En efecto - respondió Rebeca - el fuego también era una ilusión.- Entonces, ¿cómo es que estoy sentado en este arroyo con el trasero quemado? - exigió el caballero.- Porque vos mismo hicisteis que el fuego fuera real, le dais el poder de quemar vuestro trasero o cualquier otra cosa - dijo Ardilla.- Tienes razón - corroboró Sam - Debes regresar y enfrentarte al dragón de una vez por todas.El caballero se sintió acorralado. Eran tres contra uno. O, mejor dicho, dos y medio contra uno; la mitad Sam del caballero estaba de acuerdo con Ardilla y Rebeca, mientras que la otra mitad quería permanecer en el arroyo.Mientras el caballero luchaba contra un coraje que flaqueaba, oyó a Sam decir:- Dios le dio coraje al hombre. El hombre da coraje a Dios.- Estoy harto de intentar comprender el significado de las cosas. Prefiero quedarme sentado en el arroyo y descansar.- Mira - lo animó Sam - si te enfrentas al dragón, hay una posibilidad de que lo elimines, pero si no te enfrentas a él, es seguro que él te destruirá.- Las decisiones son fáciles cuando sólo hay una alternativa - dijo el caballero . Se puso en pie de mala gana, inspiró profundamente y cruzó el puente levadizo una vez más.El dragón le miró incrédulo. Era un tipo verdaderamente terco.- ¿Otra vez? - bufó - Bueno, esta vez sí que te pienso quemar.Pero esta vez el caballero que marchaba hacia el dragón era otro; uno que cantaba una y otra vez: “el miedo y la duda son ilusiones”.El dragón lanzó gigantescas llamaradas contra el caballero una y otra vez pero, por más que lo intentaba, no lograba hacerlo arder.A medida que el caballero se iba acercando, el dragón se iba haciendo cada vez más pequeño, hasta que alcanzó el tamaño de una rana. Una vez extinguida su llama, el dragón comenzó a lanzar semillas. Estas semillas - las Semillas de la Duda - tampoco lograron detener al caballero. El dragón se iba haciendo aún más pequeño a medida que continuaba avanzando con determinación.- ¡He vencido! - exclamó el caballero victorioso.El dragón apenas podía hablar.- Quizás esta vez, pero regresaré una y otra vez para bloquear tu camino.Dicho esto, desapareció con una explosión de humo azul.- Regresa siempre que quieras - le gritó el caballero - Cada vez que lo hagas, yo seré más fuerte y tú más débil.Rebeca voló y aterrizó en el hombro del caballero.- Lo veis, yo tenía razón. El conocimiento de uno mismo puede matar al Dragón del Miedo y la Duda.- Si realmente creías que era sí, ¿por qué no me acompañaste cuando me acerqué al dragón? - preguntó el caballero, que ya no se sentía inferior a su amiga emplumada.Rebeca mullió sus plumas.- No quería interferir. Era vuestro viaje.Divertido, el caballero estiró el brazo para abrir la puerta del castillo, pero ¡el Castillo de la Voluntad y la Osadía había desaparecido!Sam le explicó:- No tienes que aprender sobre la voluntad y la osadía porque acabas de demostrar que ya la posees.El caballero echó la cabeza hacia atrás, riendo de pura alegría. Podía ver la cima de la montaña. El sendero parecía aún más empinado que antes, pero no importaba.Sabía que ya nada le podía detener.LA CIMA DE LA VERDADCentímetro a centímetro, palmo a palmo, el caballero escaló, con los dedos ensangrentados por tener que aferrarse a las afiladas rocas. Cuando ya casi había llegado a la cima, se encontró con un canto rodado que bloqueaba su camino. Como siempre, había una inscripción sobre él: aunque este Universo poseo, nada poseo, pues no puedo conocer lo desconocido si me aferro a lo conocido.El caballero se sentía demasiado exhausto para superar el último obstáculo. Parecía imposible descifrar la inscripción y estar colgado de la pared de la montaña al mismo tiempo, pero sabía que debía intentarlo.Ardilla y Rebeca se sintieron tentadas de ayudarle, pero se contuvieron, pues sabían que a veces la ayuda puede debilitar a un ser humano.El caballero inspiró profundamente, lo que le aclaró un poco la mente. Leyó la última parte de la inscripción en voz alta: “Pues no puedo conocer lo desconocido si me aferro a lo conocido”.El caballero reflexionó sobre algunas de las cosas “conocidas” a las que se había aferrado durante toda su vida. Estaba su identidad - quién creía que era y que no era - Estaban sus creencias - aquello que él pensaba que era verdad y lo que consideraba falso - Y estaban sus juicios - las cosas que tenía por buenas y aquellas que consideraba malas.El caballero observó la roca y un pensamiento terrible cruzó por su mente: también conocía la roca a la cual se aferraba para seguir con vida. ¿Quería decir la inscripción que debía soltarse y dejarse caer al abismo de lo desconocido?- Lo has cogido caballero, - dijo Sam - Tienes que soltarte.- ¿Qué intentas hacer, matarnos a los dos? Gritó el caballero.- De hecho, ya estamos muriendo ahora mismo - dijo Sam - Mírate. Estás tan delgado que podrías deslizarte por debajo de una puerta, y estas lleno de estrés y miedo.- No estoy tan asustado como antes - dijo el caballero.- En ese caso, déjate ir y confía -. Dijo Sam- ¿Qué confíe en quién? - replicó el caballero enfadado. Estaba harto de la filosofía de Sam.- No es un quién - respondió Sam - ¡ No es un quién sino un qué!- ¿Un qué? - preguntó el caballero.- Sí - dijo Sam - La vida, la fuerza, el universo, Dios, como quieras llamarlo.El caballero miró por encima de su hombro y vio el abismo aparentemente infinito que había debajo de él.- Déjate ir - le susurró Sam con urgencia.El caballero no parecía tener alternativa. Perdía fuerza en cada segundo que pasaba y la sangre brotaba de sus dedos allí donde se aferraban a la roca. Pensando que moriría, se dejó ir y se precipitó al abismo, a la profundidad infinita de sus recuerdos.Recordó todas las cosas de su vida de las que había culpado a su madre, a su padre, a sus profesores, a su mujer, a su hijo, a sus amigos y a todos los demás. A medida que caía en el vacío, fue desprendiéndose de todos los juicios que había hecho contra ellos.Fue cayendo cada vez más rápidamente, vertiginosamente, mientras su mente descendía hacia su corazón. Luego, por primera vez en su vida, contempló su vida con claridad, sin juzgar y sin excusarse. En ese instante, aceptó toda la responsabilidad por su vida, por la influencia que la gente tenía sobre ella, y por los acontecimientos que le habían dado forma.A partir de ese momento, fuera de si mismo, nunca más culparía a nada ni a nadie de todos los errores y desgracias. El reconocimiento de que él era la causa, no el efecto, le dio una nueva sensación de poder. Ya no tenía miedo.Le sobrevino una desconocida sensación de calma y algo muy extraño le sucedió: ¡empezó a caer hacia arriba! ¡Sí, parecía imposible, pero caía hacia arriba, surgiendo del abismo! Al mismo tiempo, se seguía sintiendo conectado con lo más profundo de él, con el centro de la Tierra. Continuó cayendo hacia arriba, sabiendo que estaba unido al cielo y la Tierra.Repentinamente, dejó de caer y se encontró de pie en la cima de la montaña y comprendió el significado de la inscripción de la roca. Había soltado todo aquello que había temido y todo aquello que había sabido y poseído. Su voluntad de abarcar lo desconocido le había liberado. Ahora el universo era suyo, para ser experimentado y disfrutado.El caballero permaneció en la cima, respirando profundamente y le sobrevino una sobrecogedora sensación de bienestar. Se sintió mareado por el encantamiento de ver, oír y sentir el universo que le rodeaba. Antes, el temor a lo desconocido había entumecido sus sentidos, pero ahora podía experimentar todo con una claridad sorprendente. La calidez del sol del atardecer, la melodía de la suave brisa de la montaña y la belleza de las formas y los colores de la naturaleza que pintaban el paisaje, causaron un placer indescriptible al caballero. Su corazón rebosaba de amor: por sí mismo, por Julieta y Cristóbal, por Merlín, por Ardilla y por Rebeca, por la vida y por todo el maravilloso mundo.Rebeca y Ardilla observaron al caballero ponerse de rodillas, con lágrimas de gratitud surgiendo de sus ojos.“Casi muero por todas las lágrimas que no derramé”, pensó. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas, por su barba y por su peto. Como provenían de su corazón, estaban extraordinariamente calientes, de manera que no tardaron en derretir lo que quedaba de su armadura.El caballero lloraba de alegría. No volvería a ponerse la armadura y cabalgar en todas direcciones nunca más. Nunca más vería la gente el brillante reflejo del acero, pensando que el sol estaba saliendo por el norte o poniéndose por el oeste.Sonrió a través de sus lágrimas, ajeno a que una nueva y radiante luz irradiaba de él; una luz mucho más brillante y hermosa que la de su pulida armadura, una luz destellante como un arroyo, resplandeciente como la luna, deslumbrante como el sol.PORQUE AHORA EL CABALLERO ERA EL ARROYO. ERA LA LUNA. ERA EL SOL. PODÍA SER TODAS LAS COSAS A LA VEZ, Y MÁS, PORQUE ERA UNO CON EL UNIVERSO.ERA AMOR.FINhttp://profesorcocca.blogspot.com/2006/08/el-arte-de-la-guerra-profcoccagmailcom.htmlIN ITINERE FALLOLA MACAhttp://profesorcocca.blogspot.com/2006/08/la-medicina-en-diferentes-epocas.htmlFARMACIA Y MEDICINA PRECOLOMBINAShttp://profesorcocca.blogspot.com/2006/08/la-piel-profcoccagmailcom.htmlFORMACION DE NANOESTRUCTURASNANOTECNOLOGIA INTRODUCCIONABSORCION DE FARMACOS Y ABORTOShttp://profesorcocca.blogspot.com/2006/08/nanoparticulas-profcoccagmailcom.html.-->
posted by PROFESOR COCCA @ domingo, octubre 22, 2006